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Ese mes no pasó nada más interesante fuera de aquello. Hayoung llevaba molesta con Heeseung una semana, y ya era cinco de Abril. Sin embargo, el mayor no aguantaba eso.
Hayoung se encontraba sentada en una esquina de su cama, con su espalda contra la pared, leyendo un libro ahora que había logrado encontrar un minuto de paz, cuando por su mente dejaron de pasar miles de pensamientos contradictorios. Estos se mezclaban, sin darle tan solo un minuto para pensar con claridad.

Hasta que su compañero de cuarto abrió la puerta dejándose ver.

—¿Podemos hablar? —se acercó hasta sentarse en el borde de su cama.

—¿Qué sucede? —preguntó molesta la pelinegra. No le gustaba estar molesta con él y, en general, con nadie. Su vida le había dejado marcas suficientemente grandes como para hacer que lo comparara todo con aquello y pensara "no es para tanto. Podría ser peor".

—Quiero pedirte disculpas —confesó—. Sé que lo que hice estuvo mal, debí haberme fijado en que tenías miedo, y a la mínima sospecha no te tendría que haber obligado a entrar —habló cabizbajo, mostrando un sincero arrepentimiento—. Sé que no es justificación suficiente, pero tenía ganas de pasar un rato contigo.

—En realidad... —suspiró—. Pude habértelo dicho desde un principio para evitarlo, no tienes toda la culpa. —sonrió mirando al mayor, dejando de lado su libro, y con él, su orgullo.

Heeseung subió su cabeza mirando a Hayoung directamente a los ojos, ahora los suyos brillaban tanto como los de ella.
—Entonces... ¿estoy perdonado? —preguntó, acercándose más a ella, arrastrándose cada vez más hacia el interior de la cama.

—Supongo que sí —sonrió de nuevo, también acercándose al chico.

En un impulso, Heeseung decidió acabar con la poca distancia que existía entre ellos, robándole un beso. A continuación ella le robó otro a él... Y así un buen rato. Se podría decir que estaban "jugando".
Solo era un juego. Bromas. Pequeños "picos" que se daban y que a veces ni siquiera llegaban a tocar los labios del otro, sino la mejilla, por la rapidez de los movimientos y el momento entre risas que estaban viviendo.

Hayoung se tomó un respiro, ya que estaba nerviosa y sin aire después de reír como una descosida junto a él por la mínima estupidez.
En ese momento ella ni siquiera sabía por qué se reía más, si por los nervios y la timidez, o porque aquello era gracioso y se sentía ilegal y, por consiguiente, atrayente.

—Lo siento —el mayor rió mirando a los ojos a Hayoung—. Si necesitas tiempo para pensarlo, lo entiendo.

—¿Pensar el qué? —su corazón se paralizó.

—Pues... ya sabes —al pronunciar esas palabras, dejó impactada a la menor. Se maldijo porque lo que estaba pasando entre ellos era demasiado obvio y había crecido desmesuradamente—. Que si quieres que seamos algo más.

𝐏𝐔𝐙𝐙𝐋𝐄 | Yang Jungwon ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora