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Horas extras...

Básicamente, tu vitalidad y descanso a cambio de dinero.

No suena nada mal la verdad, el dinero mueve al mundo y eso no es una mentira para nadie.

Y nadie lo tenía más claro que Nanami Kento, un joven oficinista de 25 años que se encontraba a las 12:00 a.m trabajando para recibir un merecido dinero extra.

Pero no era fácil, la silla rígida era incómoda y la falta del luz del lugar no hacía más que crear números nuevos para su siguiente visita al oculista.

El hombre se levantó de su asiento para estirarse un poco e intentar ahuyentar un poco el sueño y la migraña yendo por un vaso de agua hasta el comedor de los trabajadores en aquel enorme edificio.

Al llegar las luces del lugar seguían encendidas cosa rara pues creía que era el único que quedaba, pero no.

Una mujer estaba recostada de la mesa con su rostro dentro de sus brazos, parecía tomar un siesta, se veía bastante tranquila la verdad. El rubio no le dió demasiada atención y solo continuó hasta el refrigerador.

¡¡¡PIH!!!

El sonido del microondas hizo eco en el lugar despertando a la azabache de un golpe.

—¡Ah! Buenas noches —Dijo la mujer mientras estrujaba sus ojos y se ponía de pie.— cumplir horas extras cada vez es más difícil, creo que me estoy poniendo algo vieja. —Intentó sacar conversación.

—Ciertamente es agotador... Hmm —Un pequeño gemido salió del más alto mientras masajeaba sus cienes en busca de un poco de alivio a su dolor de cabeza.

—¿Se encuentra bien? —Preguntó ella algo preocupada.

—Es solo una migraña, ya se irá.

—Tengo pastillas para la migraña en mi oficina, puedo buscarle alguna si gusta.

El rubio se detuvo a pensar un momento

aceptar o no aceptar.

Realmente no tenía razón para negarse, era algo que más bien le beneficiaria.

—Está bien, vamos. —Y caminó hacia la salida del comedor yendo directo al ascensor.

La azabache se mantuvo un momento estática, algo desconcertada; pero cuando volvió en sí aceleró el paso para alcanzar al otro.

—No le había visto por aquí ¿A qué departamento pertenece? —Preguntó tan pronto se colocó a su lado.

El más alto apretó sus ojos con una de sus manos intentando aliviar el estrés.

—Ventas, ¿Usted?

—Marketing —Respondió sonriente mientras caminaba fuera del ascensor tan pronto la puerta se abrió.

En lugar de ir hasta uno de los cubículos que estaban en ese piso; se desviaron hasta la oficina más grande este mismo,  cosa que hizo extrañar al hombre.

—¿Usted es la gerente Kaoru?

—Sip, ¿nos hemos conocido y lo olvide? Discul...

—No, no —Interrumpió.— Solo que he escuchado su nombre un par de veces pero no la conocía.

—Me la paso encerrada en este agujero. —Respondió ella dando una media sonrisa.— Le daré un blíster completo de pastillas para la migraña, quien sabe cuándo le pueda servir.

Al abrir la gaveta se podía observar como está estaba repleta de cajas de pastillas, eso llamó un poco la atención del rubio pero terminó no darle demasiada importancia.

—Aqui tiene —le pasó un blíster repleto de pastillas.— y también le daré dos barritas de granola, una tiene chocolate y otra frutita, son muy ricas y te salvan la vida cuando no hay nada que comer. ¡Oh! También tengo té, este es para mantenerse despierto —Dijo mientras le pasaba un sobre de té negro.— y este, —Le entregó ahora uno de manzanilla.— para cuando quiera relajarse y dormir.

¿Cómo tenía tantas cosas en esas gavetas? No lo sabemos.

Pero la preocupación de la mujer se sentía bastante real, casi parecía una madre atendiendo a su hijo.

—Muchas gracias por preocuparse, señorita. —Agradeció el hombre mientras ponía las barritas de granola en su bolsillo.

—Trabajar a estas horas agota más de lo que parece —La azabache comenzó a caminar de vuelta al ascensor mientras era seguida por el rubio.— solo no descuide demasiado su salud, sería un gran problema si enferma.

Era algo gratificante para Kento la preocupación tan sincera y sin interés de por medio por parte de Kaoru. Había conocido a gente bastante mala sangre en su estadía en la empresa pero ella era como un pequeño soplo de aire fresco.

El camino de vuelta al comedor fue callado y tan pronto llegaron Nanami se tomó una de las pastillas para luego sentarse a reposar en una de las sillas del lugar.

—¿Quiere que caliente un poco de agua para té? El que iba a tomar ya se enfrió así que toca de nuevo.

"Ujum.." fue todo lo que artículo Nanami mientras asentía.

—¿Le molesta que le saque conversación? ¿O Le dejo descansar?

—Si, si, continúe.

Una pequeña risa se escapo de los labios de la azabache.

—¿Sale seguido... —La mujer intento alargar la oración ya que desconocía el nombre de su acompañante.

—Nanami Kento. Y no, lo mío no son las salidas con mucha gente. Prefiero estar tranquilo.

—Ya veo... Ciertamente la tranquilidad no tiene precio. No le miento, extraño dormir un día entero pero aquí estoy, trabajando para que no me quiten mi puesto. —Una sonrisa algo forzada salió de los labios de la azabache mientras llevaba las dos tazas a la mesa en la que se encontraba Nanami.

Cada quien preparó su respectivo té pero luego de eso nadie dijo nada.

Y todo a su alrededor se encontraba silencioso, eran solo ellos dos y el refrigerador que de vez en cuando hacía un ruido.

—¿No siente que veces está cansado de la vida y solo quiere dejarlo todo?

Preguntó de repente la fémina llamando la atención del hombre.

Su rostro que había estado sonriente y amigable de repente no transmitía ninguna emoción.

—Ciertamente la vida es una mierda, —comenzó diciendo— y cada día parece darte más razones para dejarlo todo pero... Son las pequeñas cosas ¿Sabes? Tomar una copa del vino que te gusta, la sensación de haber terminado un libro que querías leer, esas pequeñas cosas hacen que la vida no sea tan horrible. O al menos esas son la cosas que me mantienen cuerdo aún. —El rubio se levantó de la silla para acercarse al fregadero a lavar su taza mientras la contraria mantenía su vista fija en el té sin decir nada.

—Supongo que tiene razón, —Una sonrisa débil se escapó de los labios de ella.

—Muchas gracias por el té y las pastillas. Volveré al trabajo, nos vemos en otra ocasión.

Avisó Nanami finalmente sacando de su trance a kaoru.

—¡Ah! ¡Si! ¡Hasta luego! ¡Gracias por acompañarme Nanami-san!

A pesar de que había avanzado bastante en el pasillo el rubio logro escuchar a la chica soltando una pequeña sonrisa mientras caminaba de vuelta a al infierno.

𝐿𝑖𝑓𝑒 𝑔𝑜𝑒𝑠 𝑜𝑛  ☕︎ 𝑵𝒂𝒏𝒂𝒎𝒊 𝑲𝒆𝒏𝒕𝒐 ☕︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora