Capítulo X: Sonidos perfectos para el corazón

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Un día de esa misma temporada, Eliot nos invitó al lugar en el cual pasaba su tiempo libre. Él bailaba con un grupo callejero en una de las avenidas. Fue interésate verlos bailar de manera libre, pero al cabo de unos minutos Emilly no pudo aguantar estar allí parada viéndolos, y sin más se puso a bailar con ellos mientras les retaba. Eliot al verla bailar de aquella manera tan potente, le preguntó sorprendido:

—¿Oye donde aprendiste a bailar de esa manera?

—En la academia de «Israel Díaz» —respondió Emilly secándose el sudor con la mano.

—¿En serio estudias en la academia de Israel Díaz? —preguntó impactado mientas apagaba la música.

—Sí, es un amigo que conocí en el club en el cual mis padres estaban afiliados cuando era niña.

—Que genial, siempre he querido ir a ver esa academia en persona.

—¿Sí?, una vez me prestó su local para enseñar a bailar a Sebastián —dijo amarrándose las trenzas de los zapatos—. Aunque eso no salió muy bien.

—¿Es tan famoso es el amigo tuyo? —le pregunté a Emilly sorprendido mientras me introducía en la conversación.

—Aquí dice que es uno de los coreógrafos más conocidos de la ciudad, llego a competir no solo a nivel nacional, sino en competencias muy importante afuera del país —soltó Elizabeth buscándolo en internet desde su teléfono.

—Si quieres ponme en contacto con él. Tengo una gran idea —le dijo Eliot a Emilly mientras se la llevaba a un lado donde no escucháramos la conversación.

Y de esa manera terminé una semana después en el salón principal de la academia. No sabía a ciencia cierta como había terminado allí. Eliot nos había pagado las clases, y estábamos todos menos Anthony que estaba en su trabajo de medio tiempo y Elizabeth que estaba estudiando para un recital. Entonces, mientras la clase no comenzaba, volteé a mi lado, y me encontré con la verdadera razón por la cual yo acepté ir a aquel lugar, estaba Lyla preparándose para su la clase. Verla bailar revitalizaba mi alma, era como encontrar aquella paz interior que muchos intentan conseguir invirtiendo años de sus desdichadas vidas.

Cuando comenzó la clase me fui hacia atrás para así no estorbar a los que de verdad querían ser parte de la clase. De cierta manera estaba conforme con la situación, ya que no era el único que no sabía bailar, Alejandro también aceptó ir, y era igual de malo que yo al bailar, solo que él si se esmeraba en aprender, yo solo quería ver bailar a Lyla y gastar un poco de mi tiempo.

Al final de una de las clases el profesor Israel me citó para hablar con él directamente. Realmente no quería ir, tenía un mal presentimiento. Sin embargo, tenía que hacerlo si quería seguir acompañado a mis amigos. Obviamente estaba nervioso mientras iba hacia él. Pero todo se aclaró cuando de repente me dijo sueltamente:

—Sebastián Méndez, ¿no? Escuché la canción que cantaste en el «Festival de Cultura» de tu preparatoria, estuvo bastante genial. Así que quería preguntarte si podías preparar otra canción así para una presentación de baile que tengo dentro de un mes.

—¡Ah, ya...! Era eso, pensaba que me vetarían de la academia o algo así, sé que no soy nada bueno bailando y que me la paso holgazaneando —dije suspirando como si un peso se quitara encima de mí.

—Pero necesito que sea tuya propia y que sea igual de impactante que aquella. ¿Cuento contigo?

—¿Tengo que componerla y grabarla? —pregunté un poco desconcertado.

—Claro, ese día no podrás tocarla en vivo... pero si quieres piénsalo mejor y hablamos en unos pocos días con más calma, ¿te parece?

—Está bien —dije mientras me dirigía a la entrada, donde me estaban esperando los muchachos.

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