Capítulo XIV: Otra noche inolvidable

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Y de repente me encontré saliendo de la preparatoria un día soleado, el sonido de las chicharras junto al agradable aroma a sandia en el ambiente me hacía sentir cierta calidez en mis adentres. Ver varias cometas surcando los cielos era parte del panorama. Pero lo que más llamó mi atención fue ver a Lyla parada a lo lejos, no tardé en saludarla y quedarme a su lado un poco apenado mientras esperábamos a los demás.

Después que pasaran unos minutos viendo los autos parar, me llegó un mensaje de Emilly a mi teléfono. En el cual se disculpaba junto a los demás por no poder regresar con nosotros a la estación de tren, ya que algunos estarían en una reunión extra curricular. Obviamente no faltaron los comentarios para que me aprovechara de la situación regresando a solas con Lyla. Así que sin poner muchos peros comenzamos a caminar. Casi llegando a mi casa después de pasar hablando tranquilos por unos de los puertos costeros, le dije a Lyla rascándome la cabeza y mirando hacia el suelo:

—Oye, necesito decirte algo.

—¿Qué ocurre Sebastián? —soltó dejando de caminar.

—Estuve pensando lo que me comentaste en la excursión... y quería decirte que no quiero... no me gusta la idea de que estés con Rubén —dije levantando la mirada hacia ella.

—¿Por qué cambiaste de opinión tan rápido? —preguntó intrigada mientras se sentaba en unos columpios que teníamos a un lado de nosotros.

—Porque... quiero que estés conmigo, no puedo seguir mintiéndome. Me dolería verte con otro —grité un poco apenado.

—No sabes cuándo esperé a que dijeras eso... tú siempre me has gustado, solo quería que me quisieras igual que yo a ti —dijo saltando en mis brazos.

Para después los dos quedar en silencio mirándonos fijamente. Pasados unos pocos segundos ambos comenzamos a acercar nuestros labios lentamente. O por lo menos era así hasta que ella de la nada me alejó y empezó a entonar una melodía irritante con su boca. Instintivamente abrí los ojos, y me encontré acostado en mi cama con el teléfono sonando en el escritorio —con la misma melodía que estaba entonando Lyla—... no pude odiar más mi desdicha. Rápidamente contesté la llama diciendo entre dormido y despierto:

—Dime.

—Oye, ya terminó el fin de semana, ¿o piensas faltar como ya te es costumbre? —dijo Alejandro al otro lado de la llamada.

—Ya voy, solo descansaba un poco los ojos, dame diez minutos y salgo —dije mientras me levantaba a duras penas de la cama.

—Solo diez Sebastián, además, ¿hiciste la tarea de investigación?

—Maldición... sabía que se me olvidaba algo, me la pasas antes de entregarla, ¿está bien?

—Está bien, pero apúrate.

—Me acabas de despertar del mejor sueño que he tenido en mi vida.

—¿Si...? A nadie le importa, diez minutos —y colgó la llamada.

Tarde menos del tiempo que había pedido para estar listo, ya que mi madre la noche anterior proveyó mi conducta autodestructiva, dejando todas mis cosas preparadas.

Ya había transcurrido una semana, y la situación se tornó un tanto diferente desde aquella noche lluviosa. Durante todo el inicio de ese mes se estarían realizando los exámenes de invierno, por lo cual quedamos en concentrarnos en los estudios y no salir juntos, por lo menos hasta que terminaran los mismos. Gracias a todo esto empezamos a vernos lo justo, y como si fuera poca cosa, Lyla comenzaría por esas fechas a acompañar a su madre al trabajo en las mañanas. Razón por la cual Alejandro y yo nos encontrábamos caminado solos tal y como lo hacíamos desde primaria. Cuatro cuadras antes de llegar a la preparatoria, éste me vio más distraído de lo normal, así que pregunto:

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