Capítulo XXVII: ¿Rechazaste esto por mí?

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A mediados de abril las universidades informaron que en el mes entrante harían las tan esperadas pruebas de admisión. Básicamente, era la manera más asequible para poder entrar a una universidad, estas basadas en los promedios académicos ofertarían las pruebas a los más calificados. Y para sorpresa de nadie Elizabeth, Alejandro y Lyla fueron llamados con el fin de hacer la prueba de la Universidad Metropolitana de Ciudad de México. Dicha institución era una de las mejores universidades de la capital, y prácticamente una oportunidad única. Pero solo con ser solicitado no era suficiente, la prueba tenía la fama de ser aprobada exclusivamente por el treinta por ciento de los postulados, así que se debía estudiar de más para aspirar al cupo.

Todos quedamos absolutamente sorprendidos cuando Elizabeth voluntariamente rechazó la oportunidad. No era ni medianamente comprensible que la mejor estudiante de nuestro salón no quisiese ir a aquella universidad, muy pocas veces había sucedido, de modo que se pusieron manos a la obra buscando su remplazo. Por mi parte no quede en ninguna prueba, mi índice académico daba vergüenza dicho de cierta manera, de forma que no me preocupé por estudiar encarecidamente. Sin embargo, todos los demás harían la prueba para una universidad u otra —obviando a Elizabeth—, así que paulatinamente dejamos de vernos después de clases. Cada uno se iba a estudiar dándolo todo de sí, pero como yo quedaba sin hacer nada comencé a tener mucho tiempo libre solo, hasta Lyla me había pedido tiempo para sentirse cómoda con la prueba.

Cierto día luego de haber estado acostado en la grama del parque durante una hora, me decidí ir a observar a Lyla, estaba cansado de no poder ni siquiera hablarle. Como sabía que su madre trabajaba hasta tarde, fui hasta su casa, y para tomarla por sorpresa escalé la parte de afuera hasta la ventana del primer piso. Cuando la vi tan concentrada no pude evitar quedarme viéndola admirado por unos segundos, segundos que ella tardó en darse cuenta que alguien estaba en su ventana. Después de que pasara el susto me abrió la ventana y me hizo pasar. Yo solo quería verla, pero terminé siendo regañado por ella.

—Sebastián, no puedes estar haciendo eso, ¿y si te hubieses caído? O ¿si te veían y te confundían con un ladrón?, ¿no piensas lo que haces? —dijo ella sentada en su silla algo molesta.

—Lo siento, solo quería venir a visitarte, y tranquila nadie me vio, o eso me gustaría creer —dije sentado en su cama.

—Sebas, sabes que esto es importante para mí.

—Lo sé, por eso vine a darte ánimo —solté sacando una hoja de mi bolsillo que tenía escrito: «¡Vamos, Lyla!».

—Si no apruebo esta prueba me será muy difícil pagar una universidad, mis padres se volvieron a pelear cuando hable del asunto, no se ponen de acuerdo.

—Pero...

—Por favor, Sebastián. Prométeme que me ayudaras, necesito estudiar —dijo mirándome a los ojos mientras me agarraba manos.

—Está bien, solo porque es importante para ti —solté mirando hacia otro lado con vergüenza.

Entonces me agarró el rostro y me dio un beso largo y profundo.

—Sabía que entenderías, te prometo que cuando acabe todo esto saldremos, pero esta vez seré yo la que me encargue —dijo guiñándome un ojo.

Así que me levanté y me fui a mi casa. Básicamente tenía que no estorbar mientras ella estudiaba, algo muy fácil de decir y no tanto de hacer. Sin embargo, lo logré casi dos semanas sin vernos regularmente, y toda esa espera nos llevó al día más crucial, el día de la prueba. Esta comenzaría a las 8:00 am y terminaría a las 12:00 pm, realmente se percibía difícil y extensa. Como no me vería con Lyla, sino hasta que terminara la prueba decidí llevar a mi hermana a su clase de ballet.

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