Capítulo XL: Hay que tomarlo con calma

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Evité a sobre manera acercarme a aquellas dos señoritas, como era tan tarde no podía confiar en unos extraños. Así que mientras abría la puerta para poder ir a descansar a mi departamento, la muchacha —que hasta ese momento no le había podido ver el rostro— se me acercó por la espalda y me dijo algo cohibida:

—Sigo sin saber si debería estar haciendo esto, pero... Sebastián, necesito tu ayuda.

—¿Disculpa...? —dije volteando lentamente para verla, al hacerlo ella permaneció viendo hacia el suelo a la vez que agarraba pon un brazo a la niña—. ¿Cómo sabes mi nombre?

—No sé si me recuerdas... pero estudié contigo —dijo levantando el rostro—. Scarlett me dijo donde trabajabas y en el conservatorio me dieron esta dirección.

Al hacerlo me hice hacia atrás sorprendido. No podía decir nada, simplemente las palabras no me querían salir. Así que casi como un balbuceo dije: «¿Qué sucedió contigo?». Pero al ver que volvió a bajar el rostro apenada, me tranquilicé y le dije abriendo la puerta: «Ven conmigo, Mariana. Tenemos mucho que contarnos».

Mientras íbamos entrando por el recibidor del edificio pude notar que la niña caminaba con un poco de dificultad, aun teniendo en cuenta su corta edad se lograba ver aquella disparidad en su motricidad. Momento en el cual Marina me dijo mirándola:

—Se llama Natalia, aunque nació con una leve deficiencia psicomotriz es la niña más atenta e inteligente que he conocido.

—¿Y cómo...? —le pregunté con un nudo en la garganta.

—Los doctores dijeron que pudo ser por mi descuido durante el embarazo —dijo subiendo la mirada—. Le cuesta un poco caminar y no se le entenderá mucho el habla hasta que vea terapia.

—Lo siento... —dije un poco apenado mientras me rascaba la cabeza.

—¿Por qué lo sentirías...? En tal caso fue mi culpa.

—Como sea, debe de estar cansada, permíteme que le cargue hasta arriba —dije mientras la pequeña bostezaba.

—Está bien... —dijo haciendo su mirada hacia otro lado mientras yo la levantaba.

Cuando llegamos a mi departamento Natalia ya se había dormido, así que dejé a Mariana en el salón mientras la llevaba a mi habitación para que continuara durmiendo tranquila. Al salir de la misma encendí la luz del salón para así poder hablar con Mariana, la cual no esperó que me acercara a ella para decirme:

—Gracias por recibirnos, sé que todo esto está siendo muy extraño y repentino para ti, pero...

—Dime... por qué te fuiste sin decir nada —dije interrumpiéndola mientras la miraba sentada en el sofá—, no sabes lo mucho que nos dolió que no estuvieras todos estos años.

—Lo siento —dijo bajando el rostro para que no viera como un par de lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas—. No sabía lo que hacía, estaba tan perdida que apenas se me presentó la oportunidad de estudiar en la capital la tomé sin pensar.

—¿Y en estos casi tres años no pudiste siquiera llamar? —le dije alzando un poco el tono de la voz.

—No es tan fácil como pareciera... Sebastián...

—Néstor está muerto... —dije mirando hacia otro lado.

—Lo sé... —dijo ella sacudiéndose los pómulos.

—Además, Anthony no podrá caminar nunca más... hay muchas cosas que te perdiste mientras... no sé, festejabas en la capital —dije recostándome del borde del sofá.

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