Al levantarme la mañana siguiente aún seguía sin creerme todo lo que había ocurrido, y el solo hecho de pensar que en unos días iba a tener una cita con la chica que me había gustado desde hacía casi dos años me hacía explotar la cabeza. Era una locura la cantidad de pensamientos que cruzaban mi ingenua mente, había muchísimas maneras de arruinarlo todo sin siquiera haber empezado. Así que terminé no teniendo ni la remota idea de cómo hacer con una primera cita decente, todo lo que me venía a la cabeza terminaba en una caricaturización desastrosa. Llegado al punto de no querer pensar sobre el tema, y de esa manera terminé en la casa de Eliot a jugando videojuego junto a Alejandro y a Anthony, huyendo de todas mis responsabilidades.
Estuvimos un largo tiempo jugando a uno de pelea que recién había salido, ninguno había tocado el tema de Lyla. Sin embargo, de la nada Alejandro decidido preguntarme sin despegar su mirada de la pantalla:
—¿No deberías estar pensando que harás en tu cita?
—Si, debería —respondí sin darle importancia a su comentario.
—¿Una cita?, ¿Nuestro Sebastián tiene una cita?, ¿quién es la desafortunada? Seguro es una... —intentó decir Eliot siendo interrumpido por Anthony.
—Es Lyla —dijo Anthony agarrando el control para jugar.
—... persona tan encantadora como ella, que afortunada —continuó Eliot con una sonrisa nerviosa al sentir las miradas asesinas que se posaron encima de él—. ¿Y que tienes planeado para ese día?, cuéntame todo, mejor amigo...
—Idiota. La verdad, no lo sé. Quería ir al cine, pero puede que sea una idea muy simplona —respondí sacando mi teléfono para ver la hora.
—Creo que te puedo ayudar en eso, tengo la idea perfecta para que tengas la mejor primera cita con Lyla —dijo acercándose a mí.
—Disculpen, yo voy a ver si puso la marrana —dijo Anthony acercándose a la puerta del salón.
—¿Y éste por qué se va? —pregunté extrañado.
—Lo siento, no quiero ser parte de esto, ahí se ven —gritó desde afuera.
—¿Esto no saldrá nada bien?, ¿verdad? —me preguntó Alejandro mirándome fijamente.
—Tranquilo, será algo normal... bueno, para mí lo sería —respondió Eliot con una gran sonrisa.
—Para nada saldrá bien todo esto, ¡Anthony, espérame! —gritó Alejandro seguía a éste hasta afuera.
—Déjalos, están cegados. Mi idea es perfecta —dijo Eliot mirando hacia la puerta con desagrado—. Pero vas a tener que hacer absolutamente todo lo que te diga, y sin poner peros. ¿Entras?
—¿Tengo opción? —solté levantándome del sofá.
—Así se dice.
Después de explicarme todo aquello me entregó la tarjeta de crédito que él tenía a nombre de su padre, quería asegurarse de esa manera que todo saliera según lo planeado. Al principio me negué a aceptarla, pero estando próximo el día di mi brazo a torcer para que no me siguiera molestando.
Como parte del plan le pedí a Lyla que se vistiera de manera formal, cosa que le pareció un poco innecesaria, ella no quería que me esforzara de más en todo aquello, pero a fin de cuentas termino aceptando mi solicitud.
Cuando llegó el día acordado fui hasta su casa en el auto de Eliot junto a su chofer —George—. El manto de oscuridad nocturna ya se encontraba sobre la ciudad, haciendo resaltar aún más el traje negro brillante que tenía puesto, nunca lo había utilizado así que vi oportuno estrenarlo para dicha ocasión. Los minutos trascurrían mientras yo me encontraba al frente de su casa, sentado en el capo del carro con el teléfono en la mano. Y después de varias llamadas de mi parte salió de su recinto luciendo un hermoso vestido azul marino y blanco, el cual cubría la totalidad de sus piernas a excepción de un pequeño corte a uno de sus costados, y le acompañaba con un pequeño bolso de mano, zapatos de tacón alto con plataforma y un peinado hacia un lado, que le hacía ver aún más alta y hermosa de lo que ya era. Después de saludarme con un poco de vergüenza y nerviosismo le ayudé a entrar en el auto, más cuando me senté a su lado me dijo un tanto desconcertada:
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Sentimientos de Papel
RomanceDesde pequeños se nos dijo que la luna siempre estaría sobre nosotros para alumbrar nuestro camino. Sin embargo, más de una vez nos encontramos perdidos sin ella. Es gracioso porque mi vida no fue nada aburrida, aunque quizás sea todo gracias a ella...