Capítulo XXXVIII: ¿Puedes imaginar cuanto dolor es capaz de aguantar?

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Realmente nadie se da cuenta lo rápida y cambiante que es la vida, en un momento lo tenemos todo y al otro ya no tenemos nada porque vivir. Ya habían pasado cuatro meses de la boda de Alejandro y Emilly, era de fantasía ver a esos dos juntos, después de tantas cosas supieron como sobreponerse a todo para seguir hacia adelante. Yo por mi parte continuaba trabajando en el conservatorio, gracias al tiempo pude recuperar la mayoría de mis clases, ya había vuelto a agarrar algo de confianza. Así que allí me encontraba dando mi última clase del día —orientación musical—, era un poco tarde, pero estaba tan interesante que ni los alumnos ni yo queríamos dar por terminada la clase.

—... no tiene sentido que toquemos música mecánicamente, no saben la cantidad de músicos que pueden tocar una pieza a la perfección. Pero aquellos que de verdad trasmitan algo al tocar... creo que me sobrarían dedos al contarlos —dije mientras todos escuchaban atentamente.

—Usted fue alumno del profesor Erich, ¿no? —preguntó uno de los nuevos.

—Podría decirse que si —dije mientras me rascaba la mejilla, realmente nunca nos llevamos bien como profesor y alumno, aun cuando me había dejado su puesto él en conservatorio volvimos a tener una que otra disputa creativa.

—Como les seguía expresando, pueden tocar una partitura....

En eso mi teléfono comenzó a sonar, intenté ignorarlo y seguir el hilo argumental que llevaba, pero continuaron llamando una y otra vez. Así que aprovechando que Nohemí está acompañándome en esa clase le pedí que respondiera por mí mientras terminaba la charla. Cuando esta salió para responder continúe con lo que quería decir, pero inmediatamente fui interrumpido por Nohemí.

—Profesor... —gritó ella entrando apresurada al salón con el teléfono aún en el oído—. Es una amiga de usted, Elizabeth tuvo un accidente de autos con su novio y está en este momento en el hospital.

—Espera... ¿Qué? —dije haciéndome hacia atrás, no podía creer lo que me estaba diciendo, una parte de mí no quería creerlo.

—¡Profesor su amiga está en el hospital!, váyase —me gritó lanzándome el teléfono

Al escucharla gritarme eso mi corazón se detuvo por un segundo, y lo único que pude hacer fue inclinar la cabeza antes de salir corriendo sin intención de detenerme. Ya sentado en el taxi camino al hospital llamé devuelta a Emilly para que me explicara la situación.

—Yo tampoco sé que sucedió —me dijo un tanto ajetreada con un nudo en la garganta—. Lo único que me dijo el hospital fue que intentaron localizar a los padres sin resultado así que me contactaron a mí.

—¿Ya estás llegando al hospital? —pregunté mirando por la ventana, realmente no podía estar tranquilo, deseaba que todo aquello fuese una broma.

—Estoy hasta el otro lado de la ciudad, llegaré en veinte... hago todo lo que puedo.

—Estoy por llegar, ya te llamo.

Al entrar al hospital todo fue muy caótico, ya que no me querían dejar pasar a la habitación porque no era familiar de la paciente. Estuve discutiendo con las enfermeras a un lado de la habitación hasta que escuchamos un sollozo acompañado de unas palabras en bucle dichas sin mucha fuerza. «Todo es mi culpa». Gracias al descuido de las enfermeras pude colarme en la habitación y así encontrarme con Elizabeth tendida en la camilla. A simple vista pude notar varias laceraciones en su rostro y su brazo derecho totalmente inmovilizado. Ella no paraba de agitarse y moverse de un lado a otro.

—Todo fue mi culpa, Sebastián —dijo apretando fuertemente mi mano mientras caía una lágrima por su mejilla.

—Tranquilízate, Elizabeth... estás viva y eso es lo importante —le dije acercando mi cara a su mano.

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