Capítulo XIX: Mal momento para una despedida

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Los días continuaban corriendo como agua por sus causales, tanto que podrías no darte cuenta en que día te encontrabas. Siendo de esa manera como nos vimos a pocas semanas de que se acabase la primavera, la temporada más hermosa en nuestra pequeña ciudad.

Llegadas esas fechas, la institución nos dio a conocer la temática del nuevo «Festival de Cultura», este estaría basado en la música Jazz y el Blues antiguo. En esta oportunidad decidieron volverme a dar un solo en el evento que cerraba la semana. Estábamos totalmente emocionados todos los del aula por poder vivir nuestro segundo y último festival, al grado de tener decidida nuestra exposición cultural. Los muchachos que habían bailado el año anterior ya se encontraban practicando al igual que los demás.

Todos estábamos preparándonos para lo que sería nuestro mejor evento, solo faltaba que comenzara el festival. Sin embargo, la vida tendría otro plan para mí, ya que un viernes por la noche escucharía unos gritos acompañados de varios golpes frente a la puerta de la entrada. Sin dejar pasar ni una milésima de segundo corrí hasta ella para ver que había sucedido, lo que presencié me partió el alma en miles de pedazos. A un lado de la puerta se encontraba mi madre golpeando al piso mientras gritaba desconsolada a todo pulmón. Los incesantes intentos de mi padre para tranquilizarla no lograban absolutamente nada, y el teléfono a un lado de ella se encontraba con un mensaje de texto. El cual decía:

«Mamá acaba de fallecer»

—¿Qué...?, no... no puede ser verdad —dije llevándome las manos a la cabeza, mientras un dolor profundo atacaba mi pecho.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Evangeline asomándose desde la entrada de su habitación.

—No es cierto... —apenas pude decir con un nudo en la garganta.

—Pero, ¿qué ocurrió? —comenzó a preguntar Evangeline de forma nerviosa.

—La abuela... —le grité involuntariamente mientras veía como ella comenzaba a quebrarse.

—No, no es verdad. Ella ya estaba bien —dijo cayendo su peso en contra el marco de la puerta.

Justo al llegar a la puerta de la casa, mi madre recibió el mensaje de que la abuela Isabel de Gómez había fallecido a sus 61 años de un paro respiratorio. Ella llevaba mucho tiempo batallando contra el cáncer alojado en sus pulmones, esa semana había sido su penúltima dosis de quimioterapia. Es sorprendente, ya que estaba mejorando de una manera considerable. Al pasar el tercer día de esa semana llamó a mi madre para darle la noticia además de pedirle que fuera a visitarla, quería verla... a todos nosotros. Pero mi madre tuvo que postergar el viaje por un trabajo inminente que tenía.

No sabía cómo enfrentar la muere de mi abuela, era una sensación de incredulidad, tristeza y desesperación, sentía que en cualquier momento nos llegaría la noticia de que todo aquello era mentira, más no sucedió nunca.

Luego de que mi padre consiguiera los boletos para ir a YucatánMéxico—, y que mi madre se recompusiera, comenzamos a empacar lo necesario para ir de dos a tres semanas a la casa de nuestra familia materna.

Justo cuando terminé de hacer mi maleta sonó mi teléfono, al escuchar aquella melodía corrí con desespero para responderlo. Esperaba algo de la llamada, no sabía el que, pero deseaba con todo mi corazón que fuese algo que me lograra sacar de aquel hoyo en el que me encontrabas. Sin embargo, era Lyla la persona al otro lado de la llamada, la cual quería preguntarme cuando podrían ir ella y los demás muchachos a mi casa para buscar los instrumentos que utilizarían en la decoración de nuestra aula. A lo que respondí con poco ánimo:

—Lyla... no creo esté en mi casa hasta dentro de dos semanas, si todo sale bien. Creo que le dejaré mi llave a Alejandro para que agarren lo que necesiten.

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