Capítulo XXXVII: Amor rima con dolor

14 4 2
                                    

—Baja a abrirnos la puerta, dormilón —dijo Eliot al otro lado de la llamada.

—¿Pero que quieren? Son las... seis de la mañana —repiqué mirando la hora en el reloj que tenía en la pared de mi cuarto.

—El padrino es el que tiene que ser más entusiasta en estas despedidas de soltero. Vamos Sebastián, baja a abrirnos la puerta. Está haciendo bastante frío aquí abajo —dijo casi tiritando.

—Voy, voy —solté levantándome de mi cama sin ganas.

Cuando llegamos a mi departamento puse a calentar agua para hacer café, ya que realmente estaba haciendo frío, es lo que tiene estar en pleno invierno. Así que mientras les servía algo caliente y me sentaba en el sofá de la sala Alejandro me preguntó viendo el desorden del lugar:

—¿Cómo pasaste este fin de año?

—Normal... estuve viendo películas —dije recordando que estuve metido en la bañera con ropa de salir, mientras veía por las redes sociales como todos se divertían.

—Yo fui con mi familia a... —intentó decir Eliot siendo interrumpido por mí.

—A Roma... digo, supongo que a un lugar así —dije escondiéndome en mi teléfono.

—Y por fin Sebastián. ¿Qué tienes preparado? —preguntó Alejandro tratando de recoger las cajas de pizza que estaban en el piso.

—Ayudante del padrino por favor —grité mientras extendía la mano para agarrar algo.

—¿Ayudante del qué? —preguntó Alejandro intrigado.

—Ya verás...

En eso Anthony se levantó y buscó en su mochila una hoja de una libreta, a simple vista no tenía muy buena pinta. La misma estaba mal arrancada, sucia y arrugada, pero en ella estaba el cronograma que Anthony había preparado —el cual obviamente dije que hice yo para llevarme el crédito—.

—¿Qué es esto? —preguntó Alejandro mientras lo leía despavorido—. No creares que yo...

—Tenemos un día para cumplir todo en este cronograma —dije asintiendo con la cabeza a la vez que Anthony se reía maliciosamente.

Estuvimos todo el día cumpliendo cada una de las ideas bizarras que Anthony había plasmado en ese cronograma. Teníamos exactamente doce horas en las cuales Alejandro no podía negarse a ninguna de las actividades pautadas. La primera cosa que hicimos fue hacer que nadara en la fuente que estaba no muy lejos de mi casa, obviamente no quiso entrar de lleno, así que nos tuvimos que conformar con él sentándose en la misma durante un rato. Su mirada asesina no se apartaba de su rostro en ningún momento, haciéndonos mentalizarnos que algún día él podría llegar a vengarse de todo aquello.

La siguiente cosa que hicimos fue viajar hasta una finca socia de la familia de Eliot, y allí entre los tres le hicimos desnudarse para solo quedarse con un bóxer y una capa roja. Lo único que tenía que hacer era lograr poner patas arriba a un cerdo, cosa que no sería nada fácil, tomando en cuenta lo realmente humedecido que se encontraba el pantano.

Después de casi una hora —y que Anthony se haya metido a ayudarlo— lo consiguió. Era de esperarse que tuviese hambre, ya que era medio día y había estado haciendo mucha actitud física, pero lo siguiente era que comiera un tazón repleto de ajís picantes. Sabíamos que no era muy bueno con el picante, no obstante, contra todo pronóstico se terminó el tazón sin quejarse ni una sola vez.

Al terminar volteó hacia mí y me dijo: «¿Eso es todo lo que tenías?». Lastimosamente para él aún quedaba la última prueba antes de ir a bar.

Sentimientos de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora