Capítulo IV: Amanecer inesperado

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Al día siguiente de Año Nuevo, mis padres y mi hermana salieron a visitar a mis tíos paternos —los cuales vivían al otro lado del país—, el viaje sería de una semana aproximadamente. Así que gracias a que no fui con ellos, pasé encerrado en mi casa la mayoría de todos esos días jugando un videojuego nuevo que me habían regalado por navidad.

Después de jugar cuatro días seguidos, me conseguí con el reto más grande hasta ese momento. Para terminar el videojuego solo me faltaba completar un 10% del mismo. Así que decidí darlo todo hasta acabarlo —aun sabiendo que el día siguiente sería la reincorporación a clases—. Terminé de jugar a las cuatro y cuarto de la madrugada. Ya con el sentimiento de satisfacción total me dispuse a buscar mis cosas para ir a clases un par de horas después, sin embargo, el cansancio me ganó.

A las horas escuché mi teléfono sonando en la repisa de mi habitación. Como pude estiré el brazo y lo alcancé, aun entre dormido y despierto. Cuando respondí la llamada me di cuenta que él que estaba al otro lado de la misma era Alejandro, y de cierta manera se le denotaba un poco furioso.

—¿Por qué no viniste a clases? —gritó este al otro lado de la llamada.

—¿Qué...? Tranquilo, me levanto, me doy una ducha y nos vemos allá, solo dame cinco minutos más —dije entre bostezos mientras me acomodaba aún más en la cama.

—¿Para qué? Ya se acabaron las clases, ya son las dos de la tarde, por si no lo sabías.

Cuando miré la hora en el mismo teléfono, me desperté de golpe y le pregunté azorado a la vez que me sentaba en la cama:

—¿Y por qué no pasaste por mí esta mañana?

—Yo toqué a la puerta, pero nadie respondió, así que te dejé un mensaje y me vine. Te quedaste jugando hasta tarde otra vez, ¿verdad?

—No fue eso... bueno sí. Es que me faltaba muy poco, ¿Y qué hicieron importante en clases?

—No mucho, solo presentaron a una chica nueva, que estudiará con nosotros, y poco más.

—¿Y qué?... ¿es bonita? —pregunté, con énfasis para fastidiarlo.

—Bueno, se podría decir que sí.

—¿Alejandro diciendo que es bonita?, tiene que ser una diosa si tú lo dices, ¿será esto amor a primera vista? —comenté fingiendo estar sorprendido mientras intentaba imaginarme como podía ser la chica.

—¿Qué te sucede? Solo dije que es bonita y ya —dijo casi como esquivando la conversación.

—Bueno, en tal caso nos vemos mañana, seguiré durmiendo, las horas que perdí de sueño no se recuperaran solas —dije al mismo tiempo que comenzaba a acostarme de nuevo en mi cama.

—¿Y estás seguro que no olvidaste que hoy es el cumpleaños de Emilly?, ¿6 de enero?

—¡Verdad que era hoy...! —dije preocupado mientras me volvía a sentar en la cama.

—Bueno, vamos a estar en la pizzería que está cerca de la preparatoria, ella piensa que faltaste porque le tenías algo preparado. Así que no la decepciones, nos vemos —y seguido a eso colgó la llamada.

Entonces tenía aproximadamente unos veinte minutos para fabricar una sorpresa de cumpleaños. Razonablemente, comencé a entrar en pánico, ¿qué podía hacer en una situación como esa? Lo único bueno era que mis padres me habían dejado dinero por si surgía una emergencia. Y para mí esa situación cumplía a la perfección con las características de una emergencia, así que inmediatamente salí corriendo a la tienda más cercana.

Estando adentro me puse a pensar, cuál sería el mejor regalo para ella. Entonces me pregunté; «¿Qué cosa la he visto hacer más...? Llorar, es lo que más le he visto hacer desde que la conocí». Así que pensé en una caja de pañuelos, pero al imaginar el golpe que me darían por llevarle eso lo descarté en el momento.

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