Ya habían transcurrido tres días desde la fiesta en la preparatoria, y como era costumbre, dejé las compras de Elizabeth para última hora. Habíamos acordado que Anthony llevaría el pastel, Alejandro y Eliot las gaseosas, y entre Mariana, Emilly, Lyla y mi persona llevaríamos los aperitivos. Después de perder bastantes horas intentando pensar qué podría comprar, caí en la conclusión que era un total y completo idiota, me encontraba bajo presión —que yo mismo me había buscado—, así que terminé estancado en que ninguna idea podría funcionar.
Mi desesperación llegó a ser tan grande y estúpida, que me hizo ponerme en una de las situaciones más incómodas, me vi en la necesidad de llamar a Mariana para que me ayudara. Ella al escuchar cómo me justificaba e intentaba darle una razón a mi irresponsabilidad, me preguntó claramente irritada:
—¿Por qué me llamaste a mí?
—Eres la única que puede ayudarme, no sería una buena idea llamar a Alejandro o a Emilly... no es la primera vez que me sucede, y no quiero acabar como la última vez —dije excusándome—. Anthony y Eliot son muy idiotas... sé que tú eres la mejor opción.
—Eres absurdamente patético, lo sabes, ¿verdad?
—Por favor ayúdame —dije casi rogándole.
—¿Fuiste tú el que inicio todo esto y no pensaste en ello?
—Sé que soy patético, ya deja de recordármelo. Nunca he sido bueno decidiendo este tipo de cosas.
—No dejaré de hacerlo, ¡Eres patético! —soltó antes de una pequeña pausa— ¿tienes tiempo para vernos?
—Creo que sí.
—Bueno, vayamos al restaurante de un familiar de mi padre, allí podremos pedir una lista de aperitivos.
—No sé, ¿estás segura?, ¿no estás ocupada o algo así? —dije un poco apenado por dicha situación.
—Idiota, no queda muy lejos de mi casa, no nos tomará mucho tiempo. Te veo en la estación del centro dentro de un cuarto de hora.
—Gracias Mariana, eres la mejor.
—Lo sé, escualo.
—¿Escualo?
—¡Nos vemos en quince minutos Sebastián! —gritó ésta colgando la llamada
Ya eran las siete menos cuarto —media hora después de lo acordado— y ella no daba indicios de llegar al sitio. Me estaba empezando a dar ganas de irme a mi casa, pero al verle cruzar la calle me tranquilicé. Ella traía puesto un gran suéter blanco, con lo que parecía ser un short corto, el cual mostraba sus piernas algo cubiertas por unas medias altas color negro. Tenía su cabello rubio recogido en un moño con un estilo algo despeinado, que de cierta manera le quedaba bien, pero lo que más me llamó la atención de su outfit fueron unos lentes de cristales claros que traía puestos. Cuando logró verme, fue corriendo hasta mí, y sin pensarlo me dijo irritada con su mano casi en mi cara:
—No me digas que llegué tarde, no sabes lo difícil que fue salir de mi casa a esta hora... y mucho menos preguntes por los lentes, ¿okay? No estoy en la prepa para andar con los de contacto.
—Solo iba a decir que tu ropa está cool, pero deberías abrígate estamos en pleno invierno, agarraras un resfriado.
—Como sea, vámonos que me estoy arrepintiendo.
Llegando al restaurante notamos que el mismo estaba a reventar de personas, así que intenté persuadirla para irnos, pero su familiar nos recibió y dio una mesa apartada en la terraza. A pocos segundos de sentarnos nos llevaron una pizza, unas bebidas y una lista de aperitivos sofisticados para fiestas.
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Sentimientos de Papel
RomanceDesde pequeños se nos dijo que la luna siempre estaría sobre nosotros para alumbrar nuestro camino. Sin embargo, más de una vez nos encontramos perdidos sin ella. Es gracioso porque mi vida no fue nada aburrida, aunque quizás sea todo gracias a ella...