Ya nos encontrábamos a finales de noviembre y en el ambiente se podía sentir el otoño en todo su apogeo, las hojas tintadas de tonalidades carmesí llenaban las calles y aceras. El ambiente seco y agradable hacia tardes hermosas e inolvidables, las risas de los niños corriendo a sus escuelas alegraba a más de un corazón, pero a pesar de todo ello yo seguía pensando en lo que me había dicho Lyla hacía unos pocos días atrás, «alguien le invito a salir».
Ya era lunes he iba de camino a la preparatoria, llevaba puesto un suéter tejido de color vino tinto, gracias a que había mucha brisa en la zona donde vivía. Alejandro caminaba junto a mí contándome cosas de su vida, las cuales en ese preciso momento no les di importancia alguna al estar inmerso en mis propios pensamientos.
Al llegar a la preparatoria todos nos estaban esperando para entrar juntos, parecía un día normal. Anthony se encontraba detrás de Elizabeth, intentando enseñarle un truco de magia que había aprendido de internet. Alejandro llegó peleándose con Emilly, porque ésta dejó sus apuntes en casa e intentaba quitarle los suyos. Eliot estaba riéndose de aquellos dos. Mariana se encontraba hablando con Lyla, mientras de vez en cuando me dirigía una mirada de esas asesinas habituales. «¿Estaré dándole demasiadas vueltas?», me repetía una y otra vez mientras caminaba detrás de todos ellos.
A la hora del receso, salí a llenar una botella de agua en el cafetín, pero justo al doblar en la esquina para ir a mi salón, logré ver de reojo a Lyla hablando con Rubén en uno de los pasillos transversales. Nada más verlos salté hacia atrás, para esconderme en la esquina que acababa de cruzar. Rápidamente me agaché y comencé a inclinarme con el fin de escuchar lo que hablaban. No sabía por qué estaba haciendo aquello, sin embargo, justo en ese momento un rostro apareció a mi lado, resultando ser Emilly. Ni me había dado cuenta de su llegada.
—¿Qué vemos? —preguntó ella inocentemente.
—Nada, solo me incliné para recoger algo —dije intentando levantarme mientras me recuperaba del pequeño infarto que me había provocado sin darse cuenta.
—Cállate, ¿ya viste quienes están allí?, es Lyla con el muchacho extranjero —dijo halándome de la camisa.
Ya que estábamos algo lejos de ellos, escuchamos poco más de unas insuficientes palabras fuera de contexto, y una historia de Rubén jugando futbol. Más, cuando nos quisimos acercar más, escuchamos a alguien decir: «¿Qué creen que están haciendo?». Momento el cual me recordó aquel día cuando entre a hurtadillas al aula de música. Al voltear ambos, vimos que se trataba de Elizabeth y Mariana, las cuales nos llevaron hacia la parte de atrás de la preparatoria para reprendernos:
—Emilly... esto lo esperaba de Sebastián, pero, ¿de ti? —dijo Elizabeth con la mano en el rostro.
—¿Qué ya lo ha hecho? —preguntó Mariana.
—Es una larga historia —respondió ésta levantando la mirada—. Tiene que ver con una vidriera y una librería.
—¿De qué están hablando?, solo estaba bebiendo agua —dije volteando hacia otro lado para intentar no agravar la situación.
La verdad es no la quería hacer enojar ni un poco. Una vez estando en su casa entre Anthony, Eliot y yo rompimos una escultura de su madre, y después tuvimos que llevar a emergencias al primero para que le suturaran una abertura de 3 cm en la cabeza.
—Sebastián, sé cómo te sientes, pero no puedo dejar que interfieras en esto, no había visto a Lyla tan emocionada por algo. Por favor, compréndelo —dijo Elizabeth poniéndome la mano en el hombro.
—Tranquila... no pensaba hacerlo —solté levantando el rostro hacia ella con la sonrisa más fuerte que pude falsear—. Solo estaba bebiendo agua...
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Sentimientos de Papel
RomanceDesde pequeños se nos dijo que la luna siempre estaría sobre nosotros para alumbrar nuestro camino. Sin embargo, más de una vez nos encontramos perdidos sin ella. Es gracioso porque mi vida no fue nada aburrida, aunque quizás sea todo gracias a ella...