Capítulo XXXI: Distancia vs amor, puede que no sea la mejor decisión

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Los días comenzaron a transcurrir de manera acelerada. No estaba acostumbrado a dar clases, así que me vi en la obligación de aprender sobre la marcha. Ni de lejos llenaba las botas del antiguo profesor Vontruef, pero los alumnos solían enlazar rápidamente conmigo.

Cierto día al salir de mi última clase, escuché una voz algo aguda decirme: «Mírate Sebastián, estás hecho todo un artista», y mientras intentaba descifrar quien era me giré hacia aquella muchacha. Al verla, sus cabellos rizados hicieron que en mi rostro se colocara una expresión clara de incredulidad, a la vez que decía entre una pequeña riza burlona:

—¿Quién diría que vendrías aquí después de todo?

—Soy totalmente impredecible —dijo aquella chica con los bazos cruzados a la vez que se apoyaba vagamente del marco de la puerta.

—¿Quién te dijo dónde encontrarme? Aunque dudo que para una persona como tu fuera difícil conseguir tal información —dije parándome firmemente delante de ella.

—Emilly me lo dijo.

—¿Emilly? Pensé que aún te odiaba.

—Así era, pero nada que unos dulces no pudieran cambiar —soltó dijo entre risas

—En fin, ¿qué es lo que quieres?... Scarlett.

—Solo quería venir a hablar, digo si quieres... Sebastián.

—Aquí cerca hay un bar, si está bien para ti podemos ir —dije guardando los papeles y carpetas que tenía en mis manos.

Cuando salimos del conservatorio y nos dirigimos hacia el bar, noté como un muchacho un tanto flaco con una sudadera gris nos siguió hasta el lugar y se sentó cerca de la puerta. Naturalmente me dejó un poco alarmado, así que al llegar a los asientos le pregunté un tanto susurrado:

—¿El muchacho aquel viene contigo?

—Si tranquilo, es inofensivo.

—¿Y cómo te ha ido en estos años que estuviste lejos? —pregunté mientras pedía una gaseosa.

—Se podría decir que bien, acabo de comenzar mi carrera de ingeniería biomédica. ¿Y en serio vas a pedir una gaseosa en un bar? —dijo mirándome con desprecio.

—No me gusta mucho el alcohol... ¿Ingeniería bío qué? ¿Tú no querías dedicarte a la gimnasia como tus padres? —pregunté intrigado.

—Ay, Sebastián. Eso era antes... las cosas van cambiando —dijo mientras pedía una cerveza.

—Pero deberías seguir tus sueños.

—No todos podemos hacerlo, tú saliste con suerte —dijo mirando fijamente la barra—. Cuando decidí irme de aquí tuve una pequeña discusión con mis padres, les dije que no sería parte de su estúpida vida deportiva y que no volvería. Así que al llegar a casa de mis abuelos en la capital decidí dejar la gimnasia. Ya no quería saber nada de lo que era mi vida pasada.

—¿Puedo preguntarte algo? —dije mientras nos traían lo que habíamos pedido.

—Ya estamos aquí —dijo dándole un sorbo a su cerveza.

—¿Por qué realmente te fuiste? —dije mirándola fijamente.

—¿Sabes algo...? Nunca quise que sucedieran aquellas cosas en la preparatoria. Todo se me escapó de las manos. Sigues con Lyla por lo que pude escuchar de Emilly —dijo mientras yo afirmaba con la cabeza—. Quizás no me creas, pero realmente estaba enamorada de ti, diablos... realmente lo estaba. Recuerdo escribir tu nombre en todas partes, imaginarte a cada rato, siempre quise estar contigo, pero no me atrevía a decirte nada, así que mi mejor amiga en ese entonces, María Fernanda, me forzó a hacer cosas que no quería hacer... supongo que al ser tan débil terminé haciendo lo que ella quería. Cuando estábamos en el festival no esperaba para nada encontrarte, pero al hacerlo hice aquella inaceptable actuación, Esa noche al llegar a mi casa me di cuenta que no podía seguir así. Quise quitarme la vida... no puedo creer que te esté contando esto. Pero mi hermano me convenció de irme a vivir a la capital. No quiero excusarme con base en eso, ya lo que sucedió echo quedó, pero por lo menos quería aprovechar que vine para disculparme por todo.

Sentimientos de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora