Capítulo XX: Ahora tengo que tomar una decisión

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De regreso a casa hicimos un viaje de una hora y media en avión, en el cual me mantuve la mayoría del tiempo escuchando música mirando esporádicamente por la ventanilla, siempre había dicho que no había nada mejor que ver las nubes desde arriba. Llegado un momento mi hermana me haló del brazo para llamar mi atención, al quitarme los auriculares me dijo:

—Sebastián, ¿estás bien?

—Sí, supongo, un poco cansado, pero estoy bien —respondí guardando los auriculares en mi morral.

—Todo esto ha sido muy pesado —soltó Evangeline respirando hondo.

—La verdad es que sí, pero a partir de ahora toda ira bien —dije viendo como comenzábamos a descender poco a poco.

—Oye, ¿y por fin que harás con Lyla? —dijo provocando en mí una reacción de sorpresa—. Te escuché hablando con mi abuelo, sé que todo aquello fue por ella.

—Deberías dejar de escuchar conversaciones ajenas. Aunque no importa, ya todo está bien —le dije con una sonrisa mientras acariciaba su cabeza.

—No sonrías de esa manera... ¿qué piensas hacer? —dijo alejando mi mano de su cabeza.

—Bueno, solo digamos que ya decidí... —intenté decirle.

—¡Atención! Les habla su capitán, estamos a punto de aterrizar, por favor, asegure sus pertenencias y colóquense el cinturón de seguridad, gracias por su cooperación —anunció el capitán del avión por las bocinas a la vez que me interrumpía.

—Seguimos hablando después, ¿está bien? —dije a Evangeline mientras me colocaba el cinturón de seguridad.

El avión aterrizó sin ningún contratiempo, haciéndonos llegar a las once de la mañana a nuestra casa. Pensé que aprovecharía lo que quedaba del día para descansar y meditar sobre lo que se me avecinaba, pero mi madre tenía otros planes. Ella recordó que le había comprado una herramienta de costura a la madre de Emilly, así que me pidió que fuera a entregársela, y de camino que dejara a Evangeline en casa de una de sus amigas.

No quería hacerlo, solo imaginar el trajín que me suponía hacer todo aquello me provocaba pesadez, más no me quedo otra opción. Así que le escribí a Emilly para que fuera a la estación de tren que quedaba en el centro, de esa manera me ahorraría una parte del camino hacia su casa. No obstante, justo al tomar el pomo de la puerta miré hacia mi muñeca, y vi en ella enrollado el collar que me había regalado Lyla hacía un tiempo atrás en mi cumpleaños, durante esos segundos me quedé allí inmóvil con la mirada fija, o por lo menos fue así hasta que me toqué aquel lugar y me di cuenta que no tenía puesto nada. Un solo pensamiento vino a mi mente: «Es momento de acabar con esto», rápidamente le escribí un mensaje a Rubén para aclarar todo con él y decirle que le daría mi apoyo sobre cualquier cosa. Tenía treinta minutos para encontrarme con él en la estación, así que había que apresurarse.

Cuando llegué al lugar, ya Emilly se encontraba allí esperándome, pero para mi sorpresa se encontraba con Elizabeth. Al Emilly ver a mi hermana salió corriendo a abrazarla mientras hacía el amago de estar llorando:

—Siento lo de tu abuela Evangeline, sé cómo te sientes. Si quieres hablar estoy aquí para ti.

—También era abuela de Sebastián —le gritó Elizabeth halándola por la camisa hasta alejarla de Evangeline.

—¿Y eso que andan juntas en vacaciones? —les pregunté sacando el teléfono de mi bolsillo para ver la hora.

—También somos amigas afuera de la preparatoria, lo sabías, ¿verdad? —dijo Emilly abrazando con fuerza excesiva a Elizabeth.

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