CAPÍTULO CINCO

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- Es que no lo puedo evitar. Hay muchas cosas que son tan nuevas para mí. Y aunque no lo quisiera admitir deseaba verse hermosa para él.

- ¿Qué cosas? puedes confiar en mí.

- Pues ver el cariño con el que trata a mis hijos, Enrique nunca lo hizo, siempre dejó ver que ellos le fastidiaban. Además creí que se molestaría al ver que utilizo ropa de su esposa, y creo que no sabe que Mariana está ocupando las cosas de su hijita pues no ha reclamado. Enrique ya me hubiera gritado por tales atrevimientos.

Josefa sintió un poco de pena por aquella joven mujer, cuánto sufrimiento había tenido que pasar en su vida, al igual que su hermano, ella también pensaba que definitivamente el destino había juntado ambos caminos y quizás la felicidad tanto de Octavio como de Victoria se encontraba al alcance de la mano.

¿Lucharían ellos por esa felicidad?

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Victoria se arregló lo mejor que pudo con la ropa que encontró, no sabía por qué, pero sentía la necesidad de verse bonita, de sentirse mujer. Octavio por su parte estaba igual, quería impresionar a Victoria, conocerla a fondo y quizás a futuro tener una oportunidad con ella. Era la primera vez en casi dos años que se sentía de esa manera, y la verdad le gustaba. Victoria era una mujer a la altura de su primer amor. Quizás Edgardo tenía razón, y había llegado la hora de continuar su camino.

El sonido de la puerta lo sacó de sus pensamientos.

- Adelante.

Al abrirse la puerta se quedó aún más sorprendido al ver la hermosa mujer que entró. 

- Hola, fué el tímido saludo que pudo dar Victoria antes de que su boca se empezara a secar de a poco al ver lo guapo que se veía Octavio a pesar de los golpes que tenía.

- Estás hermosa, murmuró a la vez que tomaba su mano y besaba su dorso.

Ella sintió como los colores le subían al rostro y para él no había mejor visión.

- Para tí, y le entregó un tulipán rojo. No sé cuál es tu flor favorita, pero lo descubriré.

- Girasoles

- ¿Perdón?

-Me gustan mucho los girasoles. 

- Me aseguraré de que nunca falten en esta casa. Victoria sonrió ampliamente al escuchar esa frase, le encantaba saber que él pensaba un poco a futuro y aunque el futuro es incierto, esa noche se permitiría soñar.

- Pero creo que desde hoy me gustarán también los tulipanes rojos.

Y ahí estaba Victoria en un intento sutil de coquetería que encantó a Octavio. Él la ayudó a sentarse, le acomodó la silla y sirvió las bebidas.

- Gracias por aceptar mi invitación.

- Gracias a tí por hacerla.

Empezaron a degustar los platillos que tenían ante ellos en medio de pláticas triviales tenían vino también. Ambos disfrutaban de la compañía mutua. Una vez que se acabó la cena Octavio la invitó a acercarse al balcón, la luna estaba realmente hermosa, parecía que iluminaba solamente la casona Villarreal. Tomaron asiento en la alfombra que tenían al pie de la puerta, el ambiente era de extrema complicidad, de seducción si se quiere. Él recostado contra los sillones y ella recostada en el pecho de él, ambos cubiertos por una manta protegiéndose de la brisa nocturna.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora