EEAYEO: ALGUNOS INVIERNOS ATRÁS

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Era una noche muy fría, una noche de invierno como muchas otras en aquella ciudad. Con la luna llena reinando en el firmamento plagado por estrellas. Las calles estaban inquietantemente silenciosas y solitarias.

Esa misma noche se llevaría a cabo la fiesta del cumpleaños número veinticinco de Victoria Santiesteban y de Camila Matiz. Camila aquella pícara pelirroja que era como un ángel en la vida de la morena. Ambas eran amigas desde el kinder y, desde entonces con el pasar de los años se habían vuelto inseparables.

 Ese año Camila la había convencido de que lo celebraran juntas, aunque a Victoria la idea no le agradó completamente pues ella ya era una mujer casada y madre de dos hijos, pero quién se le podía resistir a aquella pelirroja, por lo que terminó cediendo antes sus súplicas. La fecha exacta del cumpleaños de Victoria acontecido algunos meses atrás pasó completamente desapercibida no solo para sus amigos sino también para su marido Enrique. 

Las ocurrencias de Camila no tenían fin, por lo que organizó lo que sería una fiesta de disfraces. Victoria como siempre más recatada y sensata no estuvo de acuerdo, pero a decir de Camila ahora que todavía se podía decir la edad había que aprovecharlo, es más, ese sería el último cumpleaños que celebraría, a partir del próximo año celebrarían la fiesta de la independencia o cualquier otro motivo. Así que ese año tirarían la casa por la ventana.

La noche de aquella fiesta Victoria se sentía bastante desanimada, por un momento estuvo dispuesta a no asistir, últimamente tenía la extraña sensación de que Enrique la engañaba con otra mujer, sentía en cada poro de su piel y en su alma todos sus desplantes. Su esencia de mujer había sido vulnerada echando a tierra su autoestima. Más Camila, como la buena amiga que era acudió al rescate de su Victoria de manera telefónica.

Ca: No puedes dejarte vencer Victoria. Anda, vamos a divertirnos – insistía Camila mientras Victoria cerraba un libro que por entonces leía ya enfundada en su pijama cobijada en su cama – ¿Quieres que la gente piense que tienes miedo de salir?

V: -No es eso Camila, simplemente estoy cansada...

Victoria, guardó el libro en un maletín de cuero. Solo quería, darse un buen baño y acostarse a dormir.

Llevó las mirada hacia la alianza que nunca se quitaba, la que dejaba ver su estado civil. Casada. Era una mujer casada que ahora colocaba en tela de juicio la lealtad, honorabilidad y franqueza de su marido.

V: No tengo fuerzas ya para luchar, siento que toda mi vida está fracasando Camila.

Ca: Con mucha más razón Victoria. Toma un baño relajante de tina, arréglate, ponte uno de los conjuntos de lencería que compramos – trató de engatusarla Camila.

V: ¿Y eso para qué?

Camila habló tranquila y persuasivamente.

Ca: Uno nunca sabe lo que puede pasar. Además hay que sentirse sexi para una misma Victoria, la sensualidad en una mujer es la mejor motivación para seguir adelante y no la debemos perder nunca – la aludida se colocaba un mechón de cabello tras la oreja, negó pensando que su amiga estaba completamente desquiciada – Victoria, tarde o temprano tendrás que enfrentar tu vida – anexó, esta vez colmada de seriedad.

V: -Lo estoy haciendo.

Ca: -No de la manera correcta, perdóname que te lo diga de esta forma, amiga, pero ¿cuándo vas enfrentar lo que te está pasando? Y no hago referencia a los enigmas de tu matrimonio. Insinúo que por una sola vez en tu vida te aventures a tomar una decisión sin depender de lo que estime tu marido, de lo que estime tu madre o incluso la sociedad misma. Ante todo eres una mujer independiente y también tienes derecho a disfrutar de esa individualización.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora