CAPÍTULO QUINCE

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Octavio sonrió al escuchar su respuesta. Soltó un te amo justo antes de ajustar su posición y adentrarse profundamente en ella. Sintiendo su corazón pleno, entregándose a ella sin reservas como ella le animaba a hacer. Haciéndola enloquecer de placer.

Escuchar aquel te amo de boca de su esposo le ayudó a zanjar definitivamente la pelea interna que mantenía con el fantasma de Ana Cristina. Le había dicho que la amaba por ser ella misma. Se sintió poderosa. Besó su pecho desnudo y fue subiendo hacia su cuello haciéndolo ronronear complacido. Las embistes aumentaron, la pasión se desbordó. Victoria lo envolvió con brazos y piernas apretándose más a su cuerpo antes de dejarse ir juntos una vez más.

Ahora desayunaban juntos sentados en la cama, ya era cerca del mediodía. Ambos duchados, ella vistiendo solamente una camisa de él y sus bragas, Octavio en boxers con la camisa desabrochada, dejando al descubierto su abdomen y pecho. Conversaban y reían. Octavio estaba tratando de convencer a Victoria que se quedaran una semana más en ese lugar, y la verdad es que estaba a nada de lograrlo. 

En un lugar un poco lejos de allí las circunstancias eran muy distintas.

- Ya te enteraste de lo ocurrido ¿? dijo a la vez que le entregaba los periódicos de días anteriores.

- No puede ser. ¡Maldición! Pero te juro que esto no se queda así. Pronto sabrán de mí.

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Octavio había iniciado una guerra de besos y cosquillas para convencer a Victoria de quedarse unos días más en aquel paradisíaco lugar. Ella estaba riendo a carcajadas mientras se retorcía en la cama buscando huir de aquellos fuertes brazos. Poco a poco se fue entregando más y más a los besos que él le regalaba, las cosquillas se convirtieron en caricias que empezaron a incendiar el cuerpo de ella.

- Acepto mi amor, logró decir cuando sintió los labios de él abandonar los suyos y comenzar un sendero de besos por su cuello. Octavio ronroneó bastante complacido y empezó también a despojarla de toda tela que le impedía disfrutarla sin reservas.

No tardaron mucho en fundir sus pieles nuevamente volviéndose uno solo. Ella sentía la presión de sus manos en sus muslos mientras él esperaba a que estuviera lista. El vaivén de caderas no tardó en llegar, ella se aferraba a su espalda con fuerza mientras él saqueaba su boca. Victoria lo envolvió con sus piernas dándole así mayor acceso a su interior incrementando el placer de ambos. Octavio bajó con sus besos a sus pechos como si necesitara alimentarse de ellos. Victoria gemía presa del inmenso placer y el corazón de Octavio se incendiaba de amor al comprobar que era él quién la incitaba de esa manera, y su alma agradecía internamente que fuera tan entregada a la hora de amar.

La danza primitiva en la que se hallaban cobró más fuerza, unas cuantas arremetidas más y ambos estallaron sintiendo como sus almas viajaban juntas directamente al cielo.

- Es un placer hacer tratos con usted señora Villarreal, dijo Octavio con la voz aún agitada mientras le regalaba una sonrisa bastante pícara.


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Tres días más habían transcurrido en aquel paradisíaco lugar, estaban disfrutando a plenitud de su luna de miel. Por las noches en la intimidad de su habitación se amaban piel con piel, Victoria cada vez se entregaba más y más a ese sentimiento que germinaba en su corazón, Octavio por su parte era tan atento con ella que Victoria no podía sino corresponder con su amor sanando así el corazón desgarrado que él tenía. Las mañanas las dedicaban a hacer turismo, recorrían lugares emblemáticos, tomaban cientos de fotos y también compraban artesanías, mientras que cada tarde llamaban a la casona para preguntar por los niños y así poder hablar con ellos también.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora