EPÍLOGO

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Definitivamente el tiempo pasa rápido cuando uno es feliz. Los primeros días como padres de gemelos habían sido caóticamente hermosos. Octavio estaba aprendiendo a ser padre, y vaya que disfrutaba de poder cuidar a sus hermosos críos. Victoria se sentía dichosa de poder contar con su apoyo, ya que en sus embarazos anteriores Enrique jamás se había interesado en lo más mínimo por la crianza de sus hijos.

En cambio moría de ternura cada vez que veía a su marido hablarles, bañarlos, cambiarles de pañal en la madrugada o simplemente estar dispuesto para ella cuando más sensible se hallaba.

Victoria se encontraba sumergida en la bañera en ese momento, necesitaba un momento a solas.

Los niños más grandes estaban en la escuela, Mariana ya había empezado el prekinder, los gemelos ya contaban con poco más de un año de edad y a esa hora del día Fernando y Josefa que fungían como abuelos de los menores los llevaban a dar paseos por el jardín. Octavio estaba en la fábrica ocupándose de que todo siguiera funcionando de maravilla como últimamente lo venía haciendo.

Sumergida en las sales minerales recordaba con una sonrisa como meses atrás el hombre de su vida le había propuesto unirse en matrimonio frente a Dios en el altar de la iglesia.


Flashback

Los gemelos acababan de cumplir dos meses de nacidos, aún luchaban por adaptarse al giro de ciento ochenta grados que sus vidas habían dado. Atender a un recién nacido requiere de mucho esfuerzo, más ellos que tenían dos bebés que desde ya demostraban tener diferentes caracteres.

Fernandito se mostraba siempre calmado y bastante dormilón. Cada vez que sonreía enamoraba más a su madre. El color de sus ojos era igual a los de Victoria, sin embargo sus rasgos demostraban que sería igual de viril y guapo que su padre.

 Ana Cristina, por el contrario era una diminuta copia de su madre. Su cabecita estaba cubierta por abundante cabello azabache mismo que Victoria adoraba adornar con hermosos lacitos. Su naricita, sus mejillas sonrosadas y su tierna boquita eran una copia de los de su madre, razón por la cual Octavio vivía completamente enamorado de su hijita. Pero desde tan temprana edad demostraba ser dueña de un temperamento bastante fuerte. Sin duda sería una mujercita bastante indómita y decidida.

Cuidar de ellos dos realmente los agotaba, sumado a que no podían desatender a los otros tres revoltosos, en especial a Mariana que había desarrollado un especial apego hacia su padre a raíz de la llegada de los mellis como todos los llamaban.

Victoria a veces resoplaba frustrada al sentir que había perdido toda intimidad con su marido, pues aun cuando físicamente no se hallaba al cien como para retomar del todo su vida conyugal, añoraba aquellas pláticas en la bañera que solían tener al inicio de su matrimonio.

Octavio procuraba siempre estar disponible para su extendida familia, incluso había días en los que no iba a la fábrica para ayudar a su esposa. Él también estaba agotado por el cuidado que los pequeños demandaban, además de cargar sobre su espalda el peso de la abstinencia sexual lo cual hacía que a veces ni las duchas de agua fría lograran aplacarlo, por eso había desistido totalmente de aquellos baños compartidos que solían tener. No deseaba bajo ningún motivo presionar o hacer sentir mal a su esposa. Sin embargo él desconocía el nivel de frustración que ella cargaba internamente. Sentía que estaba perdiendo su esencia de mujer, cada vez que se veía en el espejo este le devolvía solamente la imagen de madre, y ella se extrañaba a si misma.

Cierto día Mariana había amanecido de malas, sencillamente ese día ella se había propuesto acabar con la poca paciencia que Victoria tenía, los mellizos tampoco habían colaborado la noche anterior por lo que ella estaba más irritable que de costumbre. Octavio se había marchado temprano a la empresa sin despedirse de ella ya que no quería despertarla, más lo interpretó como que si su marido estaba perdiendo interés en ella.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora