EEAYEO: ALGUNOS INVIERNOS ATRÁS

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Abruptamente disociaron sus bocas, quedaron petrificados ante la figura de la persona que había irrumpido la estancia inesperadamente...

-¡Camila! - exclamó Victoria sintiendo como de repente la sangre se le había aglutinado en el rostro. De ahí el tono rojo carmesí de sus mejillas. Él le acarició el brazo pues sintió como el cuerpo de su mujer se había templado entre sus brazos.

Camila inclinó su mirada hacia otro recodo de la estancia y comenzó a silbar divertida con el único afán de demoler cualquier tipo de tensión que se hubiese establecido entre ellos.

-¡Yo no he visto nada! - comenzó a reír y a recubrir sus ojos con las palmas de sus manos - Solo venía a proponerles que regresen a la fiesta. Ahora está en su mejor momento. Pero no quiero ser mal tercio, así que mejor me retiro. Los espero, o si quieren pasen a mi habitación. Está disponible.

Lanzó una risotada con señales burlescas. Victoria se puso seria y amonestó la acción con la simple mirada.

- ¡Camila!

-No te apures mi amor - agregó aquel hombre besando su frente. Victoria no pudo eludir la sonrisa veraz que se dispuso en su rostro. Nunca nadie la había tratado con tanta afición - ¿Te parece si volvemos con los demás? - le hizo una guiñada de ojo. Seguidamente le robó un beso que dejó a Camila sumamente asombrada. No obstante, se sentía satisfecha, podríamos decir que incluso feliz por su amiga.

Cuando cortaron el beso, él ratificó con una mirada si a Victoria le había incomodado el mismo. Pero a cambio recibió otro beso igual de intenso. Victoria no se reconocía, y siendo honestos tampoco le ofendía ese alter ego que estaba surgiendo en ella y apenas venía dominando esa noche. Ese flanco suyo de mujer desinhibida estaba siendo toda una aventura para ella. Una aventura de la que se permitiría disfrutar al menos por esa noche.

La pelirroja de pronto agregó:

-Oigan, no coman pan delante de los pobres - dicho eso, se terminó retirando dejando a su paso el eco de sus carcajadas.

Tras quedar a solas, aquel desconocido del antifaz tomó la barbilla de Victoria e hizo que lo mirara directamente a los ojos. Descubrió un detalle que antes no había visto. Sus ojos. Aquellos ojos eran verdes como ventanas de catedrales. Acaso, ¿su esposa se habría puesto lentillas de contacto como parte de su disfraz? Lo cierto es que no lo recordaba.

Algún gesto de turbación debió haberse reflejado en su semblante puesto que Victoria le preguntó:

-¿Te sientes bien?

Él le tomó las manos y besó el dorso de una de ellas. Su intención no era disgustarla. Mucho menos hacerla sentir mal.

-Sí, no te preocupes - le sonrió y dio un beso a su mejilla - Es solo que, esta noche luces más hermosa que nunca. Es como si me hubiesen cambiado de mujer.

Se echó a reír, Victoria lo acompañó, pero por neto compromiso. Algo tras las palabras de aquel hombre de tez morena no la habían complacido. ¿Cómo si le hubiesen cambiado la mujer? Desestimó enseguida esa interrogante, quizás estaba viendo cosas donde simplemente no existían. O eso quiso creer.

-Mejor regresemos con los demás.

Aquel hombre misterioso concordó con un frágil asentimiento de cabeza. Tomados de las manos reaparecieron en el salón.

La noche fue avanzando dando paso a la madrugada, las conversaciones y las personas decaían. El equipo de sonido ofrecía a intervalos música variada. Algunos aún bailaban en la pista improvisada. Victoria y su acompañante misterioso parecían enajenados del mundo en derredor. Tomados de las manos estaban bailando en aquella pista.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora