CAPÍTULO DIECISIETE

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- Octavio yo... - suspiró y bajó la cabeza -

- Primero come, ya tendremos tiempo de hablar. - Señaló él -

Poco o nada logró comer ella, pero al menos ya no estaba con el estómago vacío. Ella acercó lentamente su mano a la masculina, anhelaba sentirlo.

- Dime qué no sentiste todo aquello que me gritaste ayer ¿?. - preguntó y segundos después se arrepintió de haberlo hecho. —Discúlpame, no debí...

Victoria asintió sin decir nada, sabía que aquella pregunta era en el fondo un reclamo, y ella estaba consciente que merecía todas las recriminaciones del mundo por haberlo lastimado de esa manera y haberlo alejado de su lado. Decidió tomarse su tiempo para pensar muy bien lo que le iba a decir pues quería arreglar un poco el daño que había causado. Solo rogaba que el daño no sea irreparable..

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- Tengo miedo Octavio. - confesó ella con el afán de atraer la atención nuevamente de su marido.

- ¿Por lo del juicio?

- Sí, pero no solo es eso. Temo que Enrique le haga daño a mis hijos, eso yo no podría soportarlo. 

- No se atrevería, son sus hijos.

- Tú no lo conoces, es un hombre malo. Cegado por la ambición.

- No temas Victoria, lucharemos juntos, ya lo verás.  No permitiremos que ese infeliz se salga con la suya.

Victoria levantó sus ojos, encontrándose con los ojos verdes de su marido. Esos mismos ojos que hasta hace un día la miraban con amor, ahora estaban apagados y ella reconocía que era en parte responsable.

- ¿Vas a luchar a mi lado?

- Si tú me lo permites sí, pues no hay otro lugar en el mundo dónde yo desee estar.

- ¿Por qué haces esto? ¿Por qué eres así después de lo mala que he sido contigo?

Octavio suspiró, no quería volcar su rabia y su dolor en ella. Sabía que tenían que luchar juntos pues Mendoza quería separarlos a como diera lugar.

- Puedo darte miles de razones, entre ellas que eres mi esposa y es mi deber ayudarte, pero solo te diré una, que a mi parecer es la más importante, porque te amo, Victoria. ¿Acaso todavía no te has dado cuenta de lo que tú significas para mí?  - Su voz tenía tintes de melaconía, y se le cortó un poco producto de las emociones - En tan poco tiempo te has convertido en mi todo, eres mi vida entera, y estas horas que hemos estado lejos han sido una verdadera tortura. 

- ¿Tú todavía quieres luchar por nuestro amor, quieres que arreglemos las cosas entre nosotros o me odias por todo lo que te dije?

- Yo jamás podría odiarte Victoria porque te amo con todas mis fuerzas, como nunca he amado a nadie más, y claro que quiero arreglar las cosas, quiero que estemos juntos para siempre, pero si en algún momento lo hacemos yo necesito que sea por completo de lo contrario prefiero que nos tomemos un tiempo para que cada quien pueda sanar sus respectivas heridas.

- ¿Qué quieres decir?

- Que no es sano para nosotros ni para los niños envolvernos en una relación que hiere, que destruye. Eso no es amor y no quiero eso para mí ni tampoco lo quiero para tí. No podemos utilizar las debilidades del otro para hacer daño.  Entre nosotros debe reinar solo el amor, no podemos vivir en una constante lucha entre el amor y el odio. Si decidimos permanecer como una pareja lucharemos hombro a hombro, confiaremos uno en el otro siempre, nos apoyaremos, nos protegeremos. 

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora