CAPÍTULO CATORCE

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A Victoria le pareció ver estrellitas producto del placer aunque tenía los ojos cerrados mientras él seguía disfrutando de las increíbles sensaciones que le proporcionaban las contracciones de los músculos vaginales de ella. Ambos abandonados por completo a la deliciosa sensación de no saber donde empezaba uno y terminaba el otro.

Esa entrega había sido majestuosa, sentían el corazón de ambos querer salírseles del pecho, sin importar que Octavio era muchísimo más grande que ella estaba feliz de sentirse prisionera bajo ese fuerte cuerpo, ella sentía la respiración descontrolada de él en su cuello mientras ella le acariciaba el cabello. Cuando hubieron recuperado un poco el control de sus emociones Octavio se retiró de ella, dejándole un vacío en su interior, se acomodó a un costado llevándola con él y acomodándola sobre su pecho. Él regaba tiernas caricias en su espalda mientras ella dibujaba círculos imaginarios en sus fuertes pectorales, el nivel de relajación y de satisfacción era increíblemente alto en Octavio que estaba empezando a dormitar. Sin embargo, esa noche era su noche de bodas y Victoria no se conformaría con menos.

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Lo vió tan relajado, tan hermoso y con una sensación de plenitud que creía nunca antes haberla visto y fue precisamente eso lo que hizo que su líbido se encendiera otra vez. Levantó un poco su cuerpo y ahora fue su turno de dejar besos sobre la piel de su marido, sus labios recorrían su pecho, y se concentraba el doble de tiempo en estimular sus pezones. Octavio se removió un poco, más no despertó. Continuó acariciando ese cuerpo que desde la primera entrega ya le pertenecía y con su mano trazó una ruta por la fina línea de vellos que conducía directamente a su muy bien dotada masculinidad.

Se vió obligada a apartar la sábana para poder gozar de esa estupenda vista en su totalidad, Victoria no creía que aún en reposo su marido estuviera muy bien dotado y se sorprendió aún más al notar que con unas suaves caricias él empezaba a cobrar vida. Ella jamás había sido así de atrevida, cabe recalcar que sus primeras experiencias fueron con Enrique, un hombre tan egoísta hasta en la intimidad, jamás le importó nada más que no fuera su propio placer y su propia satisfacción, Victoria jamás se sintió motivada a tomar la iniciativa en nada, pero ahora se sentía libre, se sentía plena y se iba a permitir disfrutar de esa nueva etapa de su vida.

A medida que lo acariciaba su masculinidad se iba despertando cada vez más, Victoria sentía un calor interno recorrerla íntegra y se propuso romper con todo lo que significaba el pasado. Se tentó a recorrerlo con su boca, acariciando su textura aterciopelada con sus labios de arriba a abajo. Un gemido ronco se escapó de la boca de Octavio, definitivamente él creía estar soñando con el placer que su esposa le daba, más seguía sin despertar. Fue entonces cuando ella decidió dar el siguiente paso, se colocó a horcajadas de aquel cuerpo y ajustó posiciones permitiendo que aquel pedazo tan apetecible de carne se fuera abriendo paso entre sus húmedas y calientes paredes femeninas.

Ella se fue dejando caer lentamente absorviendo esa rigidez en su interior, soltó un gemido bastante sensual producto del profundo y agradable placer que le ocasionaba tenerlo dentro. Ya había aprendido que debía dejar pasar unos minutos para que su cuerpo se acostumbrara a la invasión antes de empezar a gozar por aquello del tamaño. Fue entonces que al iniciar los suaves movimientos su piel rozó la piel de su marido y sentir ese vaivén en su cuerpo lo hizo abrir los ojos solamente para encontrarse con la mejor escena que jamás había soñado ver. Su hermosa Victoria montada sobre él como una decidida amazona dispuesta a cabalgarlo en busca de su felicidad. 

- Te deseo, esas palabras pronunciadas de manera tan sensual mientras ella lo miraba a los ojos definitivamente estaba acabando con su cordura.

Él no pudo hacer más que rendirse a la pasión, colocó una de sus manos en sus caderas para ayudarla con el movimiento mientras la otra la dirigió hacia uno de sus pechos. Octavio hizo acopio de su fuerza y se sentó logrando atraerla un poco más hacia sí mismo, su boca la condujo hacia el otro pecho bebiendo de él todo lo que le ofrecía. Victoria estaba perdida en el placer que su hombre le estaba regalando.

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora