CAPÍTULO ONCE

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Victoria se sentía poseída por él, sentía que era suya y que siempre lo sería. Ese era el mensaje que el cuerpo, los besos y las caricias de Octavio le transmitían sin necesidad de palabras. Después de varios impulsos más él la tomó de sus caderas y la recostó en el suelo, entonces la embistió profundamente y ella se aferró a él mientras su cuerpo se convulsionaba y sus caderas se tensaban. Lo más romántico de aquella noche fueron todas las palabras y frases que Octavio había recitado en su oído, Victoria no sabía exactamente lo que le decía, lo que si podía jurar era que se trataba de palabras de amor. El orgasmo que la atravesó a ella fue increíble y segundos después sintió todo el peso masculino caer sobre el suyo, seguido por un "te amo Victoria" declaración que esta vez sí entendió perfectamente pues ella ya estaba un poquito más calmada.

Octavio aún se encontraba bajo lo afrodisíacos estragos de aquella sublime experiencia cuando sintió a Victoria sollozar.

- ¿Victoria? Intentó despegar un poco su cuerpo del de ella pero le resultó imposible, ella se aferraba a él como si fuera su ancla y escudo protector.

Y ahí estaba él, consolando a la mujer de su vida sin entender el verdadero motivo de aquellas lágrimas.

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Octavio hizo acopio de toda su fuerza para atraerla hacia cuerpo mientras él se sentaba, ella quedó completamente a horcajadas pues estaban unidos íntimamente todavía, mientras recostaba su cabeza en la curvatura de su cuello. Él la abrazaba con mucha ternura mientras regaba caricias conciliadoras en su espalda. Tomó la cobija que minutos atrás les había servido como "colchón" y la cubrió a ella. Se quedaron ahí sintiendo sus corazones latir al mismo ritmo, un poco desbocados producto de la pasión, pero más juntos que nunca. 

Después de varios minutos, o quizás horas en esa posición se escuchó un tímido.

- Perdóname Octavio

Él no entendía muy bien a qué se refería ella, cierto desazón se instaló en su alma al creer que ella se había arrepentido de haberse entregado a él. El seguía acariciándola y sabía que pasara lo que pasara esta sería la experiencia más increíble de toda su vida...

- ¿Te arrepientes? preguntó él después de unos minutos.

- No, contestó ella llena de ansiedad mientras buscaba sus ojos verdes que la miraban ahora con un poco de preocupación. - ¿Cómo podría arrepentirme de haber estado contigo en el cielo?.

Octavio sonrió y le dió un tierno beso de piquito.

- No podría arrepentirme nunca de amarte Octavio, además soy una mujer libre que muy pronto será tu esposa

- Mi esposa... mi mujer para toda la vida - y tomó sus labios en un beso tierno y dulce. - Esto es lo que yo más deseaba Victoria, que el día en que nos entreguemos mutuamente sea sin culpas.

- Te amo Octavio, te amo con toda mi alma...

Ahora fué ella quién lo besó, un beso en el que le demostraba todo lo que ella sentía por él.

- Esta noche fui tuya, y seré solo tuya para siempre desde ahora.

Esa declaración vino acompañada de movimientos de caderas sutiles, pero excitantes que los llevaron nuevamente a entregarse a la pasión que inundaba sus almas.

Victoria cerró sus labios sobre los labios masculinos. Ahora era ella quién lo reclamaba como suyo. Su sabor le inundó los sentidos, era increíble la necesidad que sentía en su interior, una necesidad que solamente la podía calmar su hombre. En un acto de completa liberación devastó su boca, tenía ganas de devorarla entera y así lo hizo. Octavio estaba completamente encantado de ver y sentir a Victoria tan entregada, sus brazos se ciñeron aún más a la figura femenina acercándola más a su fornido pecho, dejando en evidencia las obvias diferencias entre ellos un cuerpo varonil, sólido y fuerte, frente a uno con suaves curvas que se derretían a consecuencia de la pasión. 

ENTRE EL AMOR Y EL ODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora