Capítulo 16

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Dylan’s POV

Solté un suspiro entrecortado. Mis ojos se posaron sobre sus ojos. El miedo dejando mi cuerpo lentamente, pero aun así no podía bajar la guardia. Eran cerca de la una de la madrugada, sola en casa y, ¿cómo carajos Kian entró?

Fijó su vista en mi mano derecha y rió al ver mis dedos rodeando el candelabro. Apenas alcanzaba a rodearlo por completo, pero aun así podía golpearlo, imbécil.

Carraspeé mi garganta, dejando el candelabro en la mesa y rodeé mi cuerpo con mis brazos. La mirada de Kian sobre mí me causaba escalofríos. Su mirada era penetrante, hasta parecía desquiciada. Y me daba un maldito miedo.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―volví a preguntar con la voz ronca.

Kian guardó silencio, con la mirada inexpresiva.

―¿Cómo entraste? ―probé con otra pregunta.

―Por la puerta―se encogió de hombros.

Comenzó a caminar, rodeando la encimera, sin quitar su mirada de mí. Me sentía tan estúpida.

Kian se detuvo justo a mis espaldas. El vello de mi nuca erizándose al sentir su espesa respiración tras de mí. Pasó la punta de sus dedos sobre mis brazos, y un escalofrío me recorrió por completo erizando mi piel automáticamente. Kian rió.

―Me encanta cuando estás asustada―ronroneó cerca de mi oreja. Cerré los ojos con fuerza, aguantando la respiración.

―¿Cómo entraste a la casa, Kian? ―pregunté de nuevo.

―Ya te lo dije, nena―susurró, acariciando mi hombro. Me volví a estremecer―. Entré por la puerta.

―Déjate de juego―me giré para verlo, retrocediendo unos pasos ante la cercanía. ―Las puertas estaban cerradas. ¿A qué has venido?

―A hablar contigo.

Se formó una sonrisa en el rostro de Kian. Y me quedé mirándolo por unos segundos. Sus pupilas de iban dilatando de a poco. Mierda.

Estaba drogado.

Tratando de relajarme, decidí que lo mejor era dejar que hablara conmigo. Mañana no se acordaría de nada.

―Está bien―asentí, viendo como él sonreía aún más. ―¿Quieres algo de tomar?

―No, solo quiero hablar contigo.

Kian tomó mi mano, y se movió con agilidad dentro de la casa. En un momento titubeó.

―Mamá no está en casa―susurré, y él asintió.

Nos guió a ambos al sillón. Me senté y él se ubicó a un lado mío. Miré cada uno de sus movimientos. La droga en su cuerpo lo volvía un poco torpe. Alborotó su cabello y me miró, sus ojos estaban mucho más oscuros de lo normal.

―He recordado algunas cosas―comenzó. Cuando abrió la boca para seguir hablando, mi teléfono comenzó vibrar.

Miré la pantalla, era una llamada de Trevor. Kian me miró y le hice una seña para que esperara.

―¿Hola? ―atendí, sintiendo la respiración agitada de mi mejor amigo en el otro lado de la línea.

―Mierda. Dylan, ¿estás bien? Voy saliendo a tu casa ahora mismo. Recién leí tu mensaje. ¿Está todo bien?

―Sí―reí bajito, sintiendo la mirada de Kian―, solo era Kian.

―¿Kian está en tu casa? ―hablo incrédulo.

―Así es.

―¿Necesitas que vaya?

―Todo está bien, Trevor. Muchas gracias por todo. Descansa.

Bufó―No pegaré un ojo hasta que me avises que estás bien, pero bueno. Te quiero. Buenas noches.

―Yo igual, Trevor. Buenas noches.

Cuando terminé la llamada, apoyé el móvil sobre la mesita de centro y fijé toda mi atención en Kian.

Se encontraba callado, mirando un punto fijo, sin siquiera pestañear. Detestaba eso. Creí que Kian había dejado de fumar la marihuana.

―Kian―toqué su hombro, y el brincó un poco. Me miró, sus ojos estaban desorbitados. Fruncí el entrecejo y él solo comenzó a reír. ―¿Podrías hablar ya? Tengo sueño y quiero ir a acostarme.

―Si quieres, puedo acompañarte―ronroneó. Se abalanzó sobre mí, y como pude, tiré su cuerpo hacia atrás.

―Ya. ―Protesté. Él se acomodó bien en su lugar y me miró sonriendo―Si no vas a hablar, te invito a que te largues.

Me puse de pie y Kian jaló de mi mano, para que mi cuerpo cayera sobre su regazo. En cuanto traté de ponerme de pie de nuevo, me moví sobre él y Kian gruñó. Rodeó mi cintura con sus brazos, apretándome contra su cuerpo. Traté de moverme, quitar sus brazos de alrededor de mi cuerpo, pero lo único que conseguía, era que Kian lanzara estúpidos gemidos.

―No te pongas pesado―reclamé.

―Eres taaaan aburrida―bufó como un niño pequeño. Me liberó de su agarre –al fin- y me senté bien, manteniendo un poco de distancia―. Bueno, como tú, la aburrida, no quieres jugar un rato, yo…

―¿Podrías dejar tus idioteces de lado y hablar de una vez? Dime que tenías que decir y lárgate―gruñí.

Kian rodó sus ojos y frotó sus manos. Chupó sus labios, mordiéndolos y me miró, ladeando la cabeza.

―¿Y bien? ―insistí, un poco más calmada.

―Pues, como decía, recordé algunas cosas.

―¿Sobre qué? ―dije con ansiedad.

―Mhm…, sobre ti.

mistakes; kian lawley (libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora