Contigo hasta la muerte...

El despertar

Sam:

"ring... ring..."

El despertador ya se encontraba sonando, y los leves rayos del sol se colaban por la ventana, indicando el inicio de un nuevo día.

Mis parpados eran pesados, y la falta de entusiasmo y voluntad para despertar por completo era aún mayor.

Otra vez despertar e ir a la escuela, la misma rutina, como si los días se repitieran una y otra vez. Quisiera seguir durmiendo en mi cama caliente, no despertar ni levantarme por el resto del día o mejor por siempre.

Después de unos minutos y una lucha de voluntad por levantarme finalmente de la cama, logre hacerlo. Mi cuerpo aun pesaba, mover cada miembro era un gran sacrificio que debía hacer.

Me dirigí hacia la ventana de mi cuarto para abrir las cortinas y disfrutar de la maravillosa vista del amanecer desde mi ventana. La fría brisa golpeo mi rostro y finalmente me hizo despertar por completo. Aun que era una lástima que no fuera lo suficientemente fuerte como para despertar mi voluntad de querer ir a la escuela.

Tomar una ducha tal vez podría ayudarme un poco, sentir el agua caliente recorrer mi cuerpo y dejarme llevar por la sensación y el sonido del agua hasta perder la noción del tiempo y darme cuenta que solo han pasado algunos minutos y para mi mala suerte seguir vivo.

Alistarme para ir a la escuela, portar el uniforme tan molesto y aburrido no ayudo en absoluto pero estaba bien, ya me había acostumbrado a tan triste realidad. Mis lentes y gorro negro; eso sí ayudaba, al menos por que eso era lo único que me gustaba llevar puesto.

Al llegar a la puerta de salida, y tomar el pomo frio de la puerta y dar un último y pesado suspiro antes de salir de mi cómodo y solitario departamento, ya que mis padres rara vez estaban debido a su abrumador trabajo. Caminar hasta la parada del bus con mis audífonos puestos y a todo volumen, sentir esa fría brisa de la mañana y perderme en mis pensamientos, era lo poco que disfrutaba de esta tediosa rutina. El disfrutar el camino hacia la escuela a mi manera era lindo, pero todo cambiaba al llegar a ese frio y tedioso lugar llamado, escuela. La misma estúpida gente, las mismas estúpidas clases y el mismo estúpido comportamiento de mis compañeros hacia mí. Todo era muy estúpido y por eso no hacía nada más que ir a estudiar.

No me había molestado en hacer amistades o si quiera agradarles a los demás, desde el inicio me tomaron como el "raro" del salón. Lo solían decir cuando pensaban que no escuchaba pero que importa, no debo demostrar nada y me ha ido bien en los casi 13 años que llevo de estudio, sin amigos o compañía. Sé que no era en lo absoluto interesante o fuerte, ya que era delgado sin músculos fuertes como los demás pero creía que al menos seria simpático peo tampoco. Nunca entendí a otros, ni ellos me entendieron a mí.

Los audífonos al máximo otra vez y volver a recorrer el mismo camino de vuelta a mi casa. Las mimas clases, las mismas personas, la misma molesta música de esa horrible tienda, el mismo bus, las mismas calles y mismo día. Otro día para mí había terminado ya que solo restaba llegar a casa, hacer mis deberes y poder dormir para mañana volver a repetir la misma pesada rutina.

Al volver a casa fue igual, el mismo solitario departamento sin nadie que me recibiera. El departamento era moderadamente grande y lujoso. Me faltaba demasiada atención por parte de mis padres pero en lo económico no lo hacía, cualquier otro sería feliz supongo. Lo primero que hice al llegar fue ir hacia mi cuarto y tumbarme sobre mi cama aun con los audífonos al máximo. Al pasar unos minutos por fin decidí levantarme de nuevo y quitarme el horrendo uniforme y ponerme ropa más cómoda para poder recostarme sobre mi suave cama de nuevo pero mi estómago tenía otros planes. Comenzó a exigirme comida e interrumpía mi intento por descansar. Con gran pesar me levante de la cama y me dirigí a la cocina a prepararme algo que comer.