Contigo hasta la muerte...

Change

Sam:

De nuevo, había pasado el resto del día "entrenando". Aunque no lo llamaría así ya que solo debía rellenar algunos cartuchos de balas, ser el recadero de todos, acomodar algunas cosas y lo peor de todo, mover los cuerpos de podridos. Durante la noche habían llegado varios y aun no terminaban de mover todos los cuerpos.

Me encontraba moviendo el ultimo aun que me tardaba demasiado por que el olor era insoportable. Me habían dado un pañuelo para cubrirme del olor pero a pesar de eso, los seguía oliendo. Me detenía un par de metros para tomar un poco de aire fresco.

-Vaya que eres pesado amigo- Hablaba con el cadáver de lo que parecía un hombre de mediana edad.

-Date prisa chico- Me gritaba el soldado que se encontraba con la pila de los demás podridos.

-No entiendo el punto de traerlos hasta aquí- Dije con cansancio pero por fin, había llegado. Los traíamos hasta una vieja cafetería al final de la calle detrás del hospital.

-Obviamente para no tenerlos en la entrada. Huelen horrible- En eso tenía razón, su aroma no era la mejor compañía y la pila donde los dejábamos, era peor.

-¿Solo los dejamos aquí?- Me parecía raro solo dejar un monton de podridos en una cafetería.

-Por ahora. En cuanto podamos, los quemamos- Eso era más lógico.

-Entiendo. El hedor que desprendan al arder seguramente es peor que el de ahora- No me quería imaginar eso. Esperaba no estar en ese momento.

-Sí que lo es. Pero lo haremos cuando llueva. Si lo hacemos ahora, alguien podría ver el humo y venir o incluso atraer más podridos- Seguíamos hablando mientras regresábamos al hospital.

-Sería peligroso- Respondí en voz baja.

-Mira, que suerte- Dejo de caminar para mantener la vista al frente. Un podrido se dirigía al hospital. Su caminar lento y tambaleante daba miedo. Aun no nos notaba- Mátalo- Me dijo para después darme un cuchillo de caza.

-¿Qué? No puedo- Tenía miedo, aun me daban miedo esas cosas. Con un arma era fácil pero frente a frente, no podía.

-No seas cobarde, hazlo. Acércate rápido por la espalda y clávaselo con fuerza justo en su cráneo- Era mejor decirlo que hacerlo.

-No puedo- Dije con voz temblorosa y tomando el cuchillo mientras mis manos no paraban de temblar.

-Hazlo- Me empujo con fuerza hacia el podrido.

Un paso, dos. Me detuve. El podrido se encontraba a menos de un metro de mí pero yo aún no podía ni siquiera empuñar el cuchillo. Otro paso. Había hecho ruido. Calmado y lento se giró hacia mí.

Un leve gruñido fue su saludo para después levantar sus brazos y comenzar a acercarse a mí. Ahora el avanzaba y yo retrocedía. Su cara cubierta de sangre y sus dientes putrefactos eran los suficiente como darme pesadillas de por vida.

-Hazlo de una maldita vez- Me grito el soldado a mis espaldas. Con temor, empuñe el cuchillo preparado para defenderme.

Lo tenía justo enfrente y estaba a escasos centímetros de mí. Lo tome del cuello con mi mano libre mientras el podrido mordía el aire intentando morderme. Era una fortuna que no fuera más alto que yo, o ya estaría muerto. Levante el cuchillo para intentar apuñalarlo pero al tenerlo tan cerca, no pude evitar recordar cuando vi uno por primera vez.

Me encontraba en aquella tienda de auto servicio de nuevo, a mitad de la noche. No veía ni escuchaba nada en absoluto más que mi corazón latiendo muy rápido por el miedo. Mis pasos temblorosos llenos de miedo y mi sudor frio. Al volver a dar la vuelta en el pasillo siguiente, veía de nuevo al empleado de la tienda devorando a otro sujeto y justo cuando se percató que estaba ahí, se levantaba directo a por mí. El miedo me había paralizado.

Precia que era el mismo podrido, el de aquel entonces y el que tenía justo afrente. El miedo se apodero de mí y falle al intentar clavar el cuchillo. Se me resbalo de las manos y cayó al piso. Tuve que sujetar al podrido con mis dos manos para evitar que me mordiera. Solté un grito de pavor.

Antes de que pudiera alcanzarme, se quedó completamente quieto dejando de forcejear e intentar morder. Un cuchillo salió de su cráneo esparciendo sangre en su salida. Me salpico un poco justo en mi frente. Solté al podrido y cayo directo al piso.

-En verdad eres un inútil como dijo Carlos- El soldado me había salvado.

-Lo siento...- No tenía fuerzas para hablar. Aún seguía congelado por el miedo.

Jean:

Tuve que continuar con mis actividades comunes aun que estaba preocupado por Sam. Lo último que sabía es que había salido, no lejos, pero salió. Eso era suficiente motivo como para preocuparme.

No pude esperarlo en la entrada principal. No me lo permitieron. Resignado, volví a la habitación esperando que no demorara mucho en llegar. Afortunadamente no fue así.

-Sam. Qué bueno que estas bien ¿Cómo te fue?- No me dijo nada y solo entro y se sentó en la cama. Lo seguí y tome lugar junto a él.

-No pude...- Respondió muy bajo. Al verlo a la cara, note que tenía un poco de sangre en su frente y sus ojos cristalinos.

-¿A qué te refieres?, ¿Estas bien?- Comenzaba a preocuparme. Tal vez lo habían mordido o lastimado.

-No pude eliminar a un podrido- Después de unos segundos por fin respondió y luego se cubrió su rostro con sus manos.

-Sam... Está bien. A mi aún me aterran esas cosas- No sé cómo quería estar con el junto a los soldados si probablemente vomitaría al ver a alguno.

No hubo respuesta alguna. Seguía igual y parecía que en cualquier momento, comenzaría a llorar.

No sabía que decir o hacer así que en un impulso, lo abrace. Como respuesta, el hizo lo mismo y se escondía en mi pecho. Sus lágrimas comenzaban a salir. Era imposible imaginar todo lo que sentía. Tal vez recordaba a lo que le paso a sus padres. Tal vez a los alaridos y gemidos que escuchamos cada noche en la cabaña, el miedo que teníamos por que alguno entrara de repente. O incluso en Alex. Como tuvimos que verlo así. Seguramente yo estaría en la misma situación si hubiera tenido que salir.

-No te preocupes. Estas a salvo- Dije para intentar calmarlo, mientras lo seguía abrazando.