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Mire al Vicho que está durmiendo y una sonrisa se forma en su rostro, le di un beso en la comisura de sus labios y me levante para ir a bañarme.

Llegue al baño e hice todo lo que tenía que hacer, volví a mi pieza a buscar ropa, siempre se me olvida la wea, saque ropa y me fui a vestir al baño.

Luego fui a la cocina y vi a mi mamá apoyada en el mesón tomándose un café mientras mira por la ventana.

—¿Que miras? —le pregunté y me gane a su lado.

—Al vecino —me webio.

—Oh si está entero rico —le seguí el juego y nos reímos—¿Mi papá ya se fue?

—Si, hace rato —tomó un sorbo de café y me miró—¿Te tomaste las pastillas? Ya van a ser las nueve.

¿Por qué chucha en vacaciones me levanto tan temprano?

—No —bufé—Ya voy —iba a salir de la cocina pero hablo.

—Andrea, tomate esas pastillas, no quiero encontrarlas en el basurero otra vez —me miró seria.

—Ya se —sali de la cocina arrastrando mis pies y fui a mi pieza nuevamente.

Pastillas culias, me carga depender de ellas.

Entre a la pieza y el Vicho se está refregando los ojos, anoche quizá a qué hora se acostó, mi papá lo invitó a jugar play y eso ya es cosa seria.

—Buenos días dormilón —me senté en la orilla de la cama y le sonreí.

—Buenos días enana —bostezo y sus ojos se volvieron a cerrar, esta cagado de sueño el weon.

Abrí el cajón en donde tengo la caja de las pastillas y abrí la tapita del día miércoles, me las eché en la mano, la idea de botarlas y decir que me las tome no abandona mi cabeza pero no quiero terminar en el hospital otra vez..

—¿Por qué las miras tanto? —preguntó el Vicho—Tómatelas —acarició mi espalda.

Y le hice caso, me las tome.

Mi mamá entró a la pieza y la mire con el ceño fruncido, ¿Por qué no golpeó si siempre lo hace?

—Voy a ir donde tú abuela con la Laura —dijo nerviosa.

—¿Le pasó algo?

—No, no te preocupes mi amor —sonrío, es muy mala mintiendo—No se a qué hora vuelva..

—Yo la cuido tía —dijo el Vicho.

¡Por la cresta! Me carga que siempre tiene que cuidarme alguien como si aun tuviera diez años weon, me sé cuidar sola.

—Que se tome los remedios a la hora porfa, ve que se los tome si —dio mi mamá como si yo no estuviera aquí.

El Vicho asintió y mi mamá se despidió para luego irse, escuche la puerta cerrarse y suspire.

Maldito el día que le dijeron que estaba enferma.

¡Yo no quería que supiera! Nadie lo sabía aparte de mi familia, ni siquiera la Ale sabe y con ella somos amigas desde séptimo po.

—¿Vamos a tomar desayuno? —me preguntó.

—Voy a poner el hervidor —me pare de la cama pero el Vicho me tiro del brazo y caí sobre el, comenzó a besarme toda la cara, lo que me causó cosquillas.

—Te amo.

—Yo igual —roce nuestras narices y luego me fui a poner el hervidor porque estoy caga de hambre.

El Vicho puso las tazas y yo las otras cosas como el té, el azúcar y esas weas, nos sentamos a tomar desayuno en silencio.

—¿Te irás a tu casa hoy? —le pregunté y este no me contestó hasta que se trago el pan que se estaba comiendo.

—Si.

¿Y pa esa wea te demoraste tanto en contestar?

—¿A qué hora?

—Yo cacho que cuando llegue la tía —tomó de su café y me di cuenta que ni siquiera me he echo un té.

Pero no hay té..

Agarre el café, el cual no puedo tomar según la doctora, yo cacho que en mi vida solo he probado dos veces el café y con esta serán tres.

—Andrea —el Vicho me miró mal.

Ignore su mirada he iba a echarme un poco de café en la taza pero el weon me quitó el tarro de las manos.

—No puedes tomar de esto, ire a buscar el té —dijo parándose de la mesa con el tarro de café en su mano, se fue a la cocina dejándome sola ahí con mis mil demonios.

Me dieron ganas de llorar por alguna razón, trague grueso.

El Vicho volvió con una bolsita de té la cual dejó al lado de mi taza.

—No pienso tomar esa wea —me paré de la mesa y retiré mi taza.

Escuche su celular sonar y él contestó, me apoye en el mesón de la cocina para calmarme un poco.

Me siento como una cabra chica haciendo pataleta porque no le compraron un dulce.

—No la puedo dejar sola, tengo que ver si se toma las pastillas, que se coma toda la comida, que no coma cosas que le hacen mal —suspiro—Mamá voy después, ahora tengo que cuidarla.

¿Tiene que cuidarme?

Espere a que terminara la llamada y volví donde el Vicho.

—Enana.. —lo interrumpí.

—Se que estás preocupado por mi pero he vivido toda mi vida con esta enfermedad y créeme que sé cuidarme sola, no necesito un niñero —bufé—Te podi ir si quieres, no tienes que esperar a mi mamá, tengo casi diecisiete años, no cinco —me cruce de brazos.

—¿Te sabes cuidar? —se rió casi no creyendo lo que había dicho—¿Entonces me puedes explicar por qué estuviste una semana hospitalizada? Ah si, porque se te ocurrió la magnifica idea de no tomarte las pastillas cuando sabes que si no te las tomas te podi hasta morir y aun así lo hiciste, si pareces una niña, peor que una cabra chica —hablo molesto y con la voz firme.

Alce mis cejas y me reí, ¿Y este quien se cree?

—¿Por qué chucha mejor no te vas? Si ni te pagan por cuidar a esta cabra chica po weon, estai trabajando gratis —solté una risa nasal—Aweonao.

—Estai siendo terrible pendeja weon —se paró de la mesa y fue a mi pieza, en cambio yo me fui a sentar al sillón.

—No me provoques culiao que le digo a mi tío que te meta preso por haberte choreado un chocolate del líder —susurré.

Pero luego me reí al recordar que yo fui la que hizo eso y no el, puta que soy weona.

En otra vida                                        Donde viven las historias. Descúbrelo ahora