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Diego.

Salimos de mi pieza con la Andrea y caminamos hacia el comedor. Y como dije, la Laura también está almorzando.

—Laura.. —dijo media tímida la Andrea.

—¿Que? —hablo con la boca llena—No almorzamos y tenía hambre.

—¿Quieres almorzar? —le preguntó mi papá.

Shaa, ¿Y a este que le pasa que anda tan buena onda?

Me senté con cuidado porque siento como si me hubieran pasado dos camiones por encima mío.

—No tengo hambre pero gracias —sonrió y me quedo mirando, no sabe que wea hacer.

—Siéntate po —me reí.

—No, yo me voy a sentar aquí —dijo la Natalia sentándose a mi lado y miró con burla a la Andrea.

Que desagradable por la chucha.

—Siéntate aquí —dijo la Cristina parándose de su silla y le agarro la mano.

—No, si yo no voy a comer, me puedo sentar en el sillón, no te preocupes —le sonrió y se fue a sentar al sillón.

Empecé a comer rápido para que no esté tanto tiempo sola, pero tampoco lo estuvo mucho porque mi tía fue a hablarle.

—¿Si me pongo lentes de contacto me pescarías? —susurró la Natalia.

—No —aclare mi garganta.

—Pero Diego —hizo un puchero y sentí su mano acariciar mi pierna.

Suspiré frustrado.

—No voy a comer más —dije parándome de la silla.

—Siéntate y comete todo —me retó mi mamá.

—Se me quito el hambre.

—Ya te hable Diego —alzó sus cejas.

No le hice caso y fui a dejar el plato a la cocina, eche la comida en el plato del conchetumaree y se la fui a dejar afuera.

—¿Queri salir? —le pregunté mientras le hago cariño—Hace rato no te saco a dar una vuelta.

—Diego —me hablo la Natalia.

—¡Déjame tranquilo por la chucha, deja de ser tan cargante weon! Me haces sentirme incómodo —la mire mal.

—Pero es que me gustai po, me gustai más que la mierda —se acercó a mi pero me separé altiro de ella.

—Córtala.

—Esa mina te está puro agarrando pal webeo, sigue enganchada de su ex.

Y lo sé.

—Estoy pololeando con ella —mentí.

—No, Diego, ¡No, no podi hacerme esto! —se le llenaron los ojos de lágrimas—Ella no te quiere, solo te está usando para olvidar al Vicho —sollozo.

—Nati no quiero tener problemas con ella por tu culpa, hace rato que no sentía esta wea por alguien.

Me miró con odio.

—Igual me vas a terminar buscando weon, acuérdate de mi —entro a la casa.

Yo también entré y le dije a la Andrea que subiéramos, mi papá hizo el típico comentario de que tuviéramos la puerta abierta.

—¿Peleaste con ella? —me preguntó.

—Si pero no quiero hablar de eso, mejor vamos a dar una vuelta con el conchetumare.

Me quedo mirando y abrió un poco la boca para decir algo pero se arrepintió.

—Dime lo que quieres decir po —solté una risa nasal.

—Escuche lo que hablaste con la Natalia y no fue de sapa, es que fui a la cocina a lavar el vaso en donde tome bebida y escuche algo.. —se rascó el cuello.

—Le dije eso para que me deje de webiar, la Natalia esta como obsesionada conmigo y.. —me interrumpió.

—Me da miedo esa mina.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué?

—Porque habló de mi como si me conociera, se sabe el nombre del Vicho y yo a ella nunca la había visto po —jugó con sus dedos.

Esa wea es verdad, no me había percatado de eso.

—Aparte su mamá me hizo puras preguntas relacionadas a mis papás y no se, fue incómodo.

—Puta la wea, perdón por eso.

—Tranqui —me tomo la cara con sus manitos y beso mis labios delicadamente.

Estuvimos un buen rato comiéndonos o para decirlo más elegante, besándonos.

Hay que reforzar bien la amistad po cabros.

Baje mis manos hasta sus caderas y la subí sobre mi, me dolió un poco pero me la aguante nomas porque si suelto un quejido la Andrea va a dejar de darme besos y ¡No quiero que se separe de mi!

Subí mis manos desde su trasero hasta su espalda y luego volví a bajar hasta su cadera para presionar un poco.

Soltó un jadeó y entonces fue cuando me dirigí a su cuello.

—No, Diego para —dijo con la respiración acelerada—Es que.. están tus papás y pueden entrar en cualquier momento —se apoyó en mi pecho.

Me mordí el labio para no quejarme del dolor.

Maricones culiaos, no pudo venir uno nomas, vinieron los cuatro weones a sacarme la chucha.

—Abrázame —dijo escondiendo su cara en mi cuello—Porfa.

—Si tiene penita puede llorar tranquila en mi hombro dama —bese su mejilla y la abrace.

—No quiero llorar más o me va a empezar a doler la cabeza otra vez —susurro—Quiero estar en paz y sentirme bien.

—Hagamos algo —sonreí—Mañana espérame en tu casa, voy a estar a las siete allí.

Me miró con el ceño fruncido.

—¿A donde vamos?

—Es sorpresa —sonreí.

En otra vida                                        Donde viven las historias. Descúbrelo ahora