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Dos semanas weon.

Dos semanas desde que todo se fue a la mierda pero aquí estoy, apoyada en un mesón de quien sea que sea este carrete.

No me gusta mucho salir a carretear porque no puedo tomar, no puedo fumar, no puedo bailar mucho y es estresante no poder vivir la vida normal al igual que todos los de mi edad, no poder probar weas nuevas.

A la cocina entro una cabra de pelo castaño y con un vaso rojo en la mano, saco una botella de.. no se que es pero se echo en el vaso y luego un poco de coca cola.

—Tan sola que estai aquí —dijo y tomó un sorbo—¿O esperas a alguien?

Negué.

—No, no espero a nadie —me encogí de hombros—Igual ya me tengo que ir.

—Son recién las una.. —me miró como si fuera un bicho raro.

—¿Y? —alce una ceja.

—La weona fome —se rió—Disfuta la noche que por tu carita se nota que lo necesitas —alzo su vaso y salió de la cocina.

Mire la botella por unos segundos, dude en hacerlo pero al final hice la misma wea que hizo la mina que acaba de salir.

Probé un poco y.. ¡La wea asquerosa! Tampoco es como que me perdiera de mucho..

De igual manera me lo tome de una y sentí mi garganta casi quemándose, mis ojos se cerraron he hice una mueca.

Luego salí de la cocina y camine hacia unos sillones, me senté al lado de no sé quién mierda, aún no me acostumbro a estas luces, ando terrible mareada.

Mire las manos del mino y caché altiro que es el Diego, lo observé lo más que pude antes de hablarle, este me miró durante unos segundos. Tiene un golpe en su pómulo derecho..

—Hola —lo salude.

—Hola —dijo medio pesado.

¿Y como no? Después de todo les he echo la media desconocida.

Pensé qué haciendo todo lo que quería el Vicho él volvería conmigo, pero me equivoqué porque como dijo el, ya es demasiado tarde.

¿Como estás?

—Bien.

—Diego yo.. Por la crestaa —apoye us codos en mis rodillas y tape mi cara con mis manos, solloce—Lo siento.

—No hiciste nada.

—Si lo hice, los trate como desconocidos cuando lo único que han echo es hacerme sentir mejor —suspiré.

—Me tengo que ir —se paró del sillón y lo mire hasta que se perdió de mi campo visual.

Con ellos la pasaba la raja, me olvidaba de mis problemas y me sentía viva weon, pero por querer recuperar a alguien a quien ya ni siquiera le interesó me quede sola y hundida en una wea que no se si pueda salir sola.

Me paré del sillón y camine hacia la salida de la casa, una vez en la calle camine en dirección a mi casa.

Mierda.. hay un grupito fumando.

Pase caminando rápido por su lado pero alguien me nombró, la Ale.

—¿Que haces aquí? —me pregunto.

Esta el Javier, el Jaime, el Diego y dos locas más.

—Nada —me mordí el labio inferior y seguí caminando.

Me puse el gorro de mi polerón para luego meter mis manos en mis bolsillos. Camine hasta un parque en donde hay unos juegos con resfalines en forma de castillo y esas mierdas. Me subí y me senté en una esquina, abrace mis rodillas.

Se que debería caminar hasta mi casa pero les dije que me quedaría donde la Ale, ¿Por qué dije eso cuando aún ni nos arreglamos con la Ale? No se, pero quería salir.

Sentí unas voces acercándose al juego, me tensé.

Vi al Diego subiendo la pequeña escalera qué hay y luego camino hacia mi, se sentó a mi lado para luego abrazarme, me acurruqué en su pecho y cerré mis ojos con fuerza para evitar llorar.

—¿Aceptas un tecito para pasar la pena? —preguntó.

—Quiero que todo esté bien otra vez —me refregué los ojos—Me siento como las weas.

Me sobo la espalda pero luego de un rato se paró del juego y me tomo en brazos, me abrace como un koala a él.

—Los cabros no están enojados pero igual deberías hablar con ellos, ahora vamos a ir a la casa del Javier, ¿Quieres ir?

Asentí.

Camino un poco y luego me dejo en el piso nuevamente, mire el auto frente a mi y me subí tímidamente, adentro están los que nombre hace un rato pero sin las dos minas.

—Ni se te ocurra pedir perdón porque me bajo del auto y te pego un wate —dijo el Javier.

—¿No están enojados? —pregunté.

—Me ignoraste, ¿Tú crees que no estamos enojados? —preguntó con cierto chiste el Jaime.

—Y a mi ni los visto me dejo, osea mi ego weona, siempre todos me responden y ella no, la única que ni leyó el mensaje —siguió el Javier.

Sentí la mano de la Andrea tomar la mía, la apreté con fuerza y me apoye en su brazo.

—¿No crees que has llorado mucho? —me pregunto la Ale secándome las lágrimas.

—Te voy a poner hielo debajo de los ojos, primer aviso —dijo el Jaime.

—Se le van a congelar los ojos weon —le dijo el Javier y me reí.

Y así siguieron hablando puras weas que me sacaron una que otra risa.

En otra vida                                        Donde viven las historias. Descúbrelo ahora