Lena creía que Kara estaba totalmente recuperada. Se habían llevado un buen susto cuando se presentó ante ellas con unas cicatrices rojizas en las mejillas y las pupilas cobrizas. Era uno de los últimos coletazos de kryptonita. Su organismo había sido severamente afectado y no resultaba fácil deshacerse del dichoso mineral. Afortunadamente, los últimos días habían estado acabando los preparativos del debate televisivo. No podía salir nada mal. Tenía que reconocer que nunca había sido tan feliz y no quería arriesgarse a perder una sensación tan adictiva.
Era un martes de noviembre. Las calles de National City estaban vacías. No era un día como otro cualquiera. No solían serlo nunca, pero ese martes nadie quería pisar el asfalto. Todos los ciudadanos estaban pegados a una pantalla, bien fuera a una televisión en un bar, en el salón de una casa, o a un móvil o tablet en el refugio que daban las cuatro paredes decoradas a gusto del propietario. El cuarto poder había reunido a varias figuras en torno a una mesa. La tensión era evidente. Maxwell Lord, Lillian Luthor, Alex Danvers y Supergirl se veían las caras. En una de las cunas de la democracia se estaba celebrando un inédito debate. La pregunta en torno a la cual giraba la conversación era cuanto menos controvertida: ¿Estaban los alienígenas perjudicando a los seres humanos?
Lillian Luthor fue la primera en hablar. Iba elegantemente vestida con un traje que le confería cierta pose engreída.
—No podemos permitir que los humanos pierdan sus trabajos en favor de otros seres que son biológicamente superiores. ¿Cómo vamos a competir con alguien que puede levantar toneladas con el dedo meñique o desplazarse a la velocidad del sonido? Nadie querrá contratar a humanos cuando un alien puede hacer lo mismo que veinte de los nuestros.
—Nuestros —repitió Supergirl con desprecio—. No hay nosotros ni ellos. Podemos convivir en...
—Eso díselo a los que han perdido a familiares en el derrumbe del metro —la cortó Maxwell—. No todos podemos volar, Supergirl. Estamos indefensos. La situación económica ya era mala, pero ahora es imposible competir.
—Maxwell, córtate un poco, ¿no te parece? La última vez que me invitaste a cenar te gastaste miles de dólares en una botella de champán. No eres el indicado para hablar en nombre de los desfavorecidos.
Sonoros cuchicheos se elevaron sobre sus cabezas cuando la audiencia del plató empezó a comentar las inesperadas palabras de la recién llegada a la mesa. Incluso los propios interlocutores parecían sorprendidos. Una Lena Luthor en vaqueros y camisa blanca perfectamente planchada se situó al lado de Supergirl. Alguien del equipo se apresuró para darle una silla. Su posición no era resultado del azar. Sentarse al lado de Kara suponía toda una declaración de intenciones.
—Lena, querida, veo que al final te has dignado a venir.
—Siempre es bueno tener otra perspectiva, una que no salga beneficiada de una u otra postura.
—Será mejor que retomemos el debate —dijo la mediadora con una sonrisa que estaba lejos de ser relajada. No siempre se podía estar rodeada de las personas más poderosas de National City.
—Desde el DEO podemos asegurar que los humanos no tenemos nada que temer. Todos podemos cooperar y unir fuerzas. La población alienígena no desea molestar a nadie y no son suficientes para suponer un impacto en las posibilidades laborales de los demás —señaló Alex con voz segura.
—¿Entonces sí que habría un conflicto de aumentar el número de aliens? —apuntilló Lillian con malicia—. ¿Lo reconoces?
—Nadie abandona su planeta natal si no le queda más remedio. Créeme —intercedió Kara tratando de mantener la calma—. Y lo que debemos es ayudar a cualquiera que nos necesite independientemente de quién sea. ¿No son esos nuestros valores? ¿No se construyó nuestra nación con manos extranjeras? Eso es lo que me enseñaron cuando llegué. Todos somos iguales.
ESTÁS LEYENDO
Nueva Era (SuperCorp) TERMINADA
Fanfiction¿Puede el amor derribar los prejuicios, sanar las heridas, perdonar las mentiras? Os invito a descubrirlo.