Capítulo 1. ¿A qué estás esperando?

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Mantenía la mirada fija en la ventana por la que otras veces la había visto pasar. No podía evitarlo. Estaba esperando que las cortinas se abrieran mostrando su esbelta figura. Deseaba saber que no la consideraba una mala persona, que en su última conversación ella había visto a la actriz que durante el día tomaba posesión de su vida. Solo durante la noche era ella y no sentía el peso del apellido forzándola a emitir una sonrisa falsa. Era su esperanza. Si la bondad personificada no era capaz de ver en ella a un ser humano, nadie lo haría. Tomó un sorbo de la copa de vino que tan firmemente sujetaba entre sus dedos. El líquido rojizo resbaló por su garganta con la misma velocidad que una lágrima solitaria mojaba su mejilla. Ella no era él, no lo era. ¿Por qué les costaba tanto verlo? ¿Por qué juzgarla sin conocerla? ¿Por qué le dolía tanto que también ella lo hiciera?

La puerta del despacho se abrió de repente dejando ver a su secretaria, la cual venía con la cara desencajada.

—Señorita Luthor, ¿qué hace ahí parada? ¿Es qué no ha escuchado la alarma?

—¿La qué? Yo... —su cerebro parecía tener problemas para entender la situación. Aún seguía con la vista perdida en el cielo nocturno. ¿Cuántas horas había pasado en la misma posición? Sacudió la cabeza y centró su atención en la mujer que tenía delante.

—No he escuchado ninguna alarma. Tranquilícese.

Sus ojos cayeron sobre la tablet que, encendida, descansaba sobre su escritorio. Unas letras parpadeantes hicieron que abriera los ojos con asombro.

—No puede ser.

La copa de vino comenzó a temblar siguiendo el movimiento nervioso de su mano.

—Desaloje el edificio y márchese. Yo me encargo —ordenó con voz trémula. La secretaria iba a protestar pero bastó una mirada de los cerúleos ojos de su jefa para comprender que no merecía la pena intentar disuadirla—. Meta esto en su bolso —le lanzó una especie de lápiz de memoria—. Cuando llegue a casa, guárdelo a buen recaudo. ¡Vamos! —la instó elevando el tono.

—De acuerdo, señorita Luthor.

Escuchó el sonido de pasos alejándose y volvió a sentarse en su silla. Apoyó las manos sobre su regazo y se quedó perdida de nuevo en las estrellas.

—Yo que tú no me haría ilusiones —dijo una voz femenina a sus espaldas—. Al final acabarás decepcionada.

—Si no te conociera diría que te preocupas por mí, madre —se giró, para encarar a Lillian, con la certeza de que solo había una manera de salir viva de allí.

—Digamos que la preocupación es mutua. Aunque, querida, hubiese preferido una habitación de hotel. La cárcel tiene su morbo, pero no es mi estilo.

—No has tardado ni una semana en conseguir la libertad. Me gustaría saber el nombre de tus abogados.

—¡Oh, querida! Nadie puede detener a Cadmus. Ni siquiera esa amiga tuya. Me decepcionas, ¿sabes? Ponerte del lado de los aliens — se desabrochó uno de los botones del abrigo con la intención de quitárselo—. En realidad no debería sorprenderme porque...

—No llevo tu sangre. Lo sé, madre. ¡Y bien que me alegro! No quiero verme relacionada contigo, ni con tus enfermizos planes —replicó de forma cortante. No necesitaba gritar para provocar pavor.

—No deberías ser tan obvia, querida. Me pregunto si ella también se habrá dado cuenta.

Lena desvió la mirada de la figura de su madre. Sus ojos solían mostrar mucho más de lo que le gustaría.

—Nah, no lo creo, o ¿acaso ha venido a agradecerte tu acción heroica?

—¿A qué has venido, madre? No tengo tiempo para tonterías.

—¿Su ausencia te reconcome, verdad? En parte lo has hecho por ella y ni siquiera se ha dignado a venir a verte. ¿Acaso no le importas lo suficiente?

—¿A qué has venido? —preguntó sin mover un músculo facial.

—¿No creerías que no te iba a hacer pagar tu traición, verdad? A un Luthor se le respeta. En condiciones normales no me temblaría el pulso para torturarte pero, eres mi hija, mal que me pese, y no soy tan cruel como piensas.

Lena sentía su corazón latir desbocado y la ira había teñido de rojo sus mejillas

—¿Qué es lo que quieres? —insistió, con más calma. Su madre intentaba hacer que perdiese la compostura.

—He venido a ofrecerte una segunda oportunidad. Como puedes comprobar —se señaló a sí misma—, no es tan fácil mantenerme entre rejas y por tanto acabar con Cadmus, así que si fuera tú me lo pensaría. Tienes dos días. Para que veas que puedo ser compasiva —añadió con cinismo.

—No me das tiempo para que decida puesto que no puedo negarme. Entonces, ¿para qué?

No entendía a dónde quería ir a parar.

—Querida, han entrado en tu edificio. Vas a estar muy entretenida dando explicaciones. Solo lo hago por tu bien. Siempre lo he hecho.

Una sonrisa se apoderó de sus labios. Se abotonó de nuevo el abrigo dado que aún lo llevaba puesto y Lena no pudo evitar sentirse cómo esa prenda de alta costura. Cuando creía poder librarse de su madre, ella volvía a aparecer para controlar su vida.

—Ah, se me olvidaba. Una tal detective Sawyer preguntó por ti. Mis hombres le dijeron que ya te habías ido. Deberías conectar tu teléfono. El silencio nos hace cómplices.

Caminó hacia la puerta disfrutando de cada paso, como lo hacían las personas que se sentían por encima del bien y del mal. Le dedicó una última mirada.

—Nos vemos el lunes, querida.

—Sí, madre —respondió con los dientes apretados.

Otra vez sola. Se acercó a la ventana y salió al balcón. Necesitaba aire fresco. Sus cerúleos ojos se posaron en el cielo estrellado. El ruido de la ciudad no conseguía opacar sus pensamientos.

—¿A qué estás esperando? —preguntó a la nada—. ¿A qué estás esperando, Supergirl?

Nueva Era (SuperCorp) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora