5.- Sorteo y comienzo de clases

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Harry apenas podía contener la emoción el primero de septiembre, para la diversión de los dos hombres que lo veían terminar de empacar. Dejó la capa de invisibilidad en la mochila, tal y como le había instruido Moody, y se aseguró de tener todo lo que necesitaría en el tren. Colocó cuidadosamente a Hedwig en su jaula, se puso la chaqueta y esperó en la puerta de entrada a Remus y Moody.

La señora Black le miraba, nunca le gritaba porque le caía bien el educado niño. Quizá sería un Gryffindor y su casa se había convertido en el hogar de un viejo auror y un hombre lobo, pero realmente le agradaba el niño. Se llevaba bastante bien con Moody porque él era un Slytherin y por eso lo había aceptado. Ahora miraba al niño esperar para dirigirse a Hogwarts por primera vez.

– ¿Estás listo, Harry? – le preguntó Remus mientras caminaba hacia él.

– Si... ¿tú estarás bien? ¿Estarás bien sin mí aquí? –

– Creo que podré arreglármelas. Está Moody y visitaré a los Weasley y a la señora Longbottom. También me dedicaré a mi libro – respondió Remus, refiriéndose al libro para niños que estaba escribiendo.

– Parece que todo está listo – dijo Moody.

– Si, tío Al –

– Entonces vamos –

Remus sacó el baúl de Harry y éste caminó lo más calmadamente posible hasta la estación de tren. Sabía que habría peligros en la escuela y que él era visto como El-Niño-Que-Vivió por lo sucedido con sus padres. Había sido criado para ser un niño amable y preocupado, sabía cómo cuidar de sí mismo, y no era vanidoso u orgulloso. Le iría bien en la escuela y sus dos guardianes lo extrañarían.

Demasiado pronto llegaron a la estación y, después de echar una mirada rápida alrededor, Moody llevó a Harry a través de la barrera hacía la plataforma 9 ¾. Remus entró enseguida y le dio a Harry un rápido abrazo mientras Moody le apretaba el hombro.

– Ahora, recuerda todo lo que te he enseñado – le dijo Moody.

– Sí, señor. Lo haré – prometió Harry.

– Diviértete, no pelees y sé bueno – le recordó Remus – Nos veremos en Navidad –

– Está bien. ¡Hasta Navidad! –

Los gemelos Fred y George lo ayudaron a subir el baúl al tren y luego hasta el compartimiento. Harry tomó asiento mientras Ron y Neville entraban al compartimento, guardaban sus baúles y tomaban asiento. Ron sonreía y Neville se mostraba nervioso. Finalmente se escuchó el silbido del tren, y con una sacudida partieron. Pronto dejaron atrás la ciudad y comenzaron a pasar a través del campo inglés. A medio día pasó el carrito de comida y Harry y Neville compraron un poco de todo y lo compartieron con Ron. Comieron empanadas de calabaza, pasteles de caldero, varitas de regaliz, ranas de chocolate e incluso Grajeas de todos los sabores Bertie Botts.

– Me pregunto a qué casa iremos – dijo de pronto Harry.

– ¡Gryffindor! – Exclamó Ron – Al igual que mis hermanos. No será gran asunto ya que todos han ido antes de mí –

– Será un gran asunto para nosotros – intervino Neville – Apuesto que iré a Hufflepuff –

– El tío Al dice que no hay nada malo con Hufflepuff, él tiene montones de amigos allí. Muchos aurores vienen de Hufflepuff –

– Mientras no sea Slytherin – dijo Ron – Demasiados magos oscuros vienen de allí –

– El tío Al es Slytherin – contestó Harry.

– A mí no me gustaría estar en Slytherin – comentó Neville – Escuché que el Jefe de Casa es un vampiro –

Mientras hablaban y comían dulces y pasteles, la rata de Ron salió de su bolsillo olfateando la comida. Ron actuaba como si no le gustara su rata, pero quedaba claro que si cuando le dio trocitos de comida. De hecho la rata era gorda y aunque le faltaba un dedo en una pata era un bonito ejemplar. Scabbers la rata miró a Harry y a Ron, chilló y siguió comiendo.

Adoptando a Harry: Ojoloco y el hombre loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora