Adoptando a Harry: Ojoloco y el hombre lobo

30.- Los secretos y la profecía

Mansión Riddle

Lucius Malfoy estaba seguro de que no iba a ser castigado esta vez. Después de todo en la batalla que había manejado, mientras Harry escapaba para tener en sus manos la profecía. Lo había guardado con cuidado en su propio bolso y lo había llevado de regreso a la mansión Riddle. Vio a varios de sus compañeros mortífagos aquí en varios estados de lesiones y realmente no se preocuparon por ellos en este momento. Había rescatado a Bellatrix y la trajo aquí con él y examinó lo que quedaba de sus tropas. Uno había muerto y cinco estaban ahora bajo la custodia del ministerio. Eso dejó a diez aquí, uno de los cuales fue herido de muerte. Lucius se acercó a Rodolphus Lestrange, que yacía jadeando por última vez mientras su esposa se cernía sobre él. Esto no se veía bien para Lucius ya que significaba que Bellatrix sería mucho más inestable.

Voldemort vino de mal humor, su pelea con Dumbledore no había ido muy bien y ¡había estado expuesto al ministerio! Ahora todo el mundo nuevo estaba de vuelta y, por lo que sabía, la profecía estaba con ese mocoso que se atrevió a desafiarlo. Vio el cuerpo de Rodolphus y los mortífagos maltrechos por todas partes. Irrumpió hacia Lucius, quien estaba arrodillado ante él deseando causarle dolor por su fracaso. No estaba al tanto de lo que había hecho Lucius y todavía estaba muy, muy enojado con él. Agarró el brazo izquierdo de Lucius y tocó su marca, llamando al único mortífago del círculo interno que no estaba aquí, Severus Snape. Será mejor que ese tonto venga o lo perseguiría personalmente y lo mataría. Una vez que terminó con Lucius, Voldemort miró a sus tontos mortífagos.

– Maestro, tengo la profecía – Dijo Lucius levantando el orbe.

– Así que, después de todo, me eres útil – Voldemort dijo fríamente tomando el orbe de Lucius. – Puedes hacer cosas sin ser completamente tonto –

– Si señor – Lucius dijo que se alegraba de no estar siendo torturado en este momento.

La puerta de la mansión se abrió y Snape entró en la casa y se arrodilló ante Voldemort. Voldemort se agachó, se quitó la máscara y lo obligó a mirarlo a los ojos. Esto era normal que Voldemort le hiciera a Snape ya que no confiaba completamente en él incluso ahora. Aun así, lo necesitaba para trabajar con sus compañeros mortífagos, ya que no quería molestarse con ellos. No encontró nada en la mente de Snape que mostrara alguna traición y lo dejó ir a los heridos para ayudar. Bellatrix se sentó en las escaleras mirándolo con una mirada angustiada y animal en sus ojos. Snape vio el cuerpo de Rodolphus y supo que habría problemas. En silencio atendió a los mortífagos aquí arreglándolos lo mejor que pudo y finalmente terminando en la hora más oscura de la noche. Acababa de despedirse de Voldemort y se dirigía a la puerta cuando Bellatrix lo confrontó.

– Es posible que hayas engañado a todos aquí, Severus – Ella siseó – ¡Pero sé que no eres leal! –

– ¿Por qué no decirle eso al señor oscuro? – Snape respondió con frialdad.

– ¡Tenga la seguridad de que lo haré! – Bellatrix gruñó.

– Ve a estar con tu marido, bruja – Dijo Snape. – ¡Al menos podrías honrarlo en la muerte vigilando! –

– ¡Te veré muerto Snape! – Ella aulló mientras caminaba hacia la puerta.

– Dudo que el señor oscuro lo apruebe – Snape dijo y Bellatrix le arrojó una daga larga y plateada, no pudo bloquearla lo suficientemente rápido y se hundió profundamente en su hombro. – Tienes muy mala puntería querida –

– ¡Te odio! – Bellatrix gritó.

– Siento lo mismo por ti, puta – Snape escupió tirando del cuchillo de su hombro y tirándolo al suelo, extrañamente su brazo estaba un poco entumecido pero se lo quitó. – ¡Te veré en el infierno! –