2. Los Cotillas

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A pesar de que sentir que moriría de sueño y cansancio, con apenas tres horas de sueño en el cuerpo, Donghae se levantó de la cama y se preparó para empezar su jornada laboral. Dando sorbos a un café de grano extra cargado, apoyado en la mesera de la cocina, recordó apesadumbrado que entre sus tareas de ese día estaba finiquitar el asunto de derivar a aquel llamativo y alborotador chico, el tal EunHyuk, a algún centro temporal que contara con cupos libres y pudiera recibirlo.

En su experiencia, era difícil encontrar cupos para chicos que tuviesen un prontuario tan amplio como EunHyuk. Aunque fuese para una estadía temporal, como seguramente sería en el caso de este muchacho. Por lo general, los chicos con esa clase de comportamiento generaban conflictos al interior de los hogares y centros de acogida, por lo que los profesionales eran reticentes recibirlos. 

Resignado a otra jornada dura, Donghae se irguió, puso la taza en el fregadero y salió de su apartamento, dispuesto a gestionar aquel cupo como primera tarea del día y desligarse del caso de EunHyuk de una buena vez. Claramente, si el muchacho permanecía en la delegación policial por más tiempo, únicamente generaría problemas, así que debía ir a donde verdaderamente pudieran ayudarlo. A la brevedad.

Y sobre ello, Donghae no pudo evitar preguntarse qué tan susceptible de ayuda era en realidad EunHyuk. Un caso como aquel constituiría a todas luces la pesadilla total de cualquier profesional de apoyo. Por lo que él podía observar a priori, se trataba de un muchacho conflictivo, peleonero, con una actitud terrible y escasa o ninguna conciencia o ganas de cambiar, que había hecho de la calle y la prostitución su forma de vida por años... Uff...

Realmente, EunHyuk era el típico chico que irremediablemente terminaba escalando en la gravedad de sus delitos y más tarde acababa convirtiéndose en un delincuente adulto a temprana edad. O peor... muerto.

Era también cierto que ese tipo de muchachos eran justamente los que más ayuda necesitaban, pero... Por su propia expertiz, Donghae tenía muy claro que las posibilidades de generar cambios positivos en chicos con tal grado de daño eran casi nulas. Lo terriblemente injusto era que ese daño era ocasionado generalmente por adultos.

Agravando el caso, sucedía que EunHyuk ya tenía diecisiete años. Estaba al filo de la mayoría de edad y a partir de entonces todas sus malas acciones serían juzgadas como adulto. De allí a hacer de su vida una carrera delictual... Había casi ningún margen. En fondo, ya casi no quedaba tiempo para EunHyuk.

Lamentablemente, las atribuciones y deberes de Donghae como trabajador social únicamente abarcaban el cortísimo periodo que los menores pasaban por la delegación policial. Luego, los chicos pasaban a ser responsabilidad de los equipos profesionales de los centros de acogida donde fueran enviados.

Suspiró. En el fondo, el chico le inspiraba compasión, como todos los niños y niñas que pasaban por la delegación. Tenía la certeza de que toda aquella mala actitud de EunHyuk no era más que la máscara de un niño cagado de miedo, que se expresaba en agresión y en esa apostura de suficiencia. Donghae no creía que las personas nacieran malas per se, sin embargo, estaba consciente de que había límites para lo que los equipos de apoyo psicosocial podían lograr.

Cuando se dio cuenta, Donghae había pasado el trayecto completo entre su apartamento y su coche, dándole vueltas al problema llamado "EunHyuk". Muy a pesar suyo, su cerebro insistía en revolotear alrededor del mocoso. El contraste entre los rasgos delicados del chico y sus ojos maliciosos era tan... extraño. Tanto como el que existía entre la estampa completa de EunHyuk y su actitud de pandillero de cuarta. "¡Basta!", se dijo Donghae "Ese chico no es tu problema. Solo apártalo de tus pensamientos, envíalo donde puedan ayudarle y ya está". Enseguida, Donghae encendió el coche y se lanzó a enfrentar el tráfico matutino.

No Angel: Boy, this is your last chance IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora