Inevitablemente los días se sucedieron uno tras otro , indistinguibles al paso de la estructurada rutina dentro de la cabaña. Pronto siete días enteraron una semana, y tras esa vino otra y luego otra más pasó.
Casi sin notar el paso del tiempo, una mañana HyukJae llegó adormilado hasta la cocina a por su café matutino y tras un vistazo distraído cayó en cuenta de que el calendario pegado a la puerta del estrafalariamente inmenso refrigerador de dos puertas señalaba el 10 de marzo y que hacía más de un mes desde la última vez que vio a DongHae.
Apostado contra la encimera a la altura de la cadera, caviló acerca de lo que fueron esos más de cuarenta y cinco días.
Aquel constituyó un periodo marcado por constantes altibajos emocionales. Si alguien pudiera consultar al chico al respecto, éste probablemente no sabría explicar con certeza como logró superar jornada tras jornada.
Y era que cuando, justo antes de subir al coche 4x4 de la agencia rumbo a Seoul, su guapo novio le pidió que durante su ausencia continuara atendiendo a la terapia por su propio bien, HyukJae se lo prometió un tanto reticente, por sobre todo ansioso por complacerlo, aunque sin realmente ser consciente de la magnitud de aquello a lo que accedía.
Por si no fuese obvio, a este punto se debe aclarar que esa era la primera vez en su vida que HyukJae asistía a terapia. Como nunca estuvo en una antes, previamente solo podía imaginar extensas sesiones de preguntas, más parecidas a tantos interrogatorios policiales a los que fue sometido incontables veces en el tiempo cuando vagaba por las calles, o como las interminables preguntas de Cho, JiEun y Kosta acerca de SooMan y su organización mafiosa.
En definitiva, HyukJae creyó que habría mucha charla y que bastaría con revelar un par de miserables incidentes de su pasado y así la doctora Kim se daría por satisfecha. O que serían horas relativamente fáciles de sortear, como cuando estuvo DongHae sentado a su lado en la salita, o listo para atraparlo entre sus brazos al salir, tal cual ocurrió las primeras veces mientras DongHae permaneció en la cabaña.
Pero no fue eso lo que HyukJae encontró en sus sesiones a solas con Kim TaeYeon.
Sus cálculos estuvieron errados. Oh sí.
La verdad de lo que ocurría en terapia distaba años luz de un interrogatorio policial o de las livianas situaciones estereotipadas que reproducían en los doramas. O de asistir a terapia contando a cada momento con el apoyo incondicional de su novio.
Por ende, HyukJae no podría haber avizorado cuan endemoniadamente difícil fue. O la cantidad de veces en que estuvo realmente tentado de escapar a pie, corriendo a tontas y a locas por el bosque a medianoche con tal de no tener que volver a derramar figuradamente sus tripas al día siguiente entre las cuatro paredes de la salita de la doctora. Lo que era derechamente estúpido cuando aquello de lo que ansiaba escapar habitaba en sus recuerdos.
El factor positivo de todo ello fue, paradójicamente, la doctora Kim en sí misma. O TaeYeon como ahora la llamaba en ocasiones. A pesar de la diferencia de edad y de su estatus diferente al ser su terapeuta, sesión tras sesión la mujer logró resquebrajar en gran parte las barreras de HyukJae, obteniendo su confianza, al punto de que incluso se permitía ser consolado por ella, sabiendo que no sería juzgado por lo que saliera de su boca.
TaeYeon no era DongHae, pero supo manejarlo con experticia y paciencia infinitas. Así, peldaño a peldaño, la mujer ayudó a que el niño dañado en HyukJae creyera que era posible abrir las compuertas del pasado, liberar la miseria vivida y luego dejarla atrás. Era, a no dudar, un proceso largo y todavía quedaba mucho camino por delante, pero sacar a la luz sus dolorosos recuerdos, era el primer y más difícil paso.
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No Angel: Boy, this is your last chance II
FanfictionUn joven trabajador social de la policía endurecido por su trabajo se convierte en un hombre diferente al amparo de las sombras. Un chico barriobajero, un chulito incontrolable... e innegablemente tentador. Donghae vive una doble vida, y la proteger...