20. Fortuito

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El exhuberante manto verde compuesto de frondosos árboles añosos, abundancia de arbustos y helechos, tierra negra y mojada tapizada de musgos asemejando una alfombra esmeralda; hablaba de una fuerza terrenal, de la potencia de la vida en todo su esplendor manifestándose en una explosión de naturaleza salvaje. El aroma fresco y hechizante del petricor intensificándose conforme más denso se tornaba el pródigo bosque.

En la lejanía podía oírse la presencia de no uno si no al menos dos pequeños arroyuelos en las inmediaciones. Su tranquilo barullo melódico y cantarín inducía a la meditación y la contemplación del entorno. 

Por si fuera poco el canto de los pájaros sobre las copas ponía una nota alegre y vital a la composición y una miríada de insectos y animalillos minúsculos completaba un paisaje de embrujo, rebosante de vida, color y sonidos que, sin embargo, no restaban paz al ambiente mayormente silente.

Lamentablemente ni un ápice de aquella pletórica maravilla esmeralda lograba colarse a través del talante inaltablemente miserable de HyukJae.

Esa mañana desde tempranas horas el muchacho se hallaba sentando sobre un gran tronco húmedo enterrado profundamente por sus raíces a la tierra, ubicado a varias decenas de metros de la cabaña. El tronco debió pertenecer a un árbol formidable antes de ser talado, pues la base del tocón se extendía mucho más allá de la figura delgada del chico. Éste no repaba en que la humedad ya comenzaba a empapar la parte trasera de sus pantalones, como tampoco en el frío paralizante que reinaba en la montaña donde se emplazaba el terreno que rodeaba a la cabaña. Tiritando sin ser consciente de ello, únicamente dejaba que su cuerpo expuesto a los elementos se congelara.

Hacía unos días había nevado y aunque ya la capa blanca no cubría cada centímetro alrededor, todavía podían verse algunos montoncitos de nieve desperdigados aquí y allá.

HyukJae había despertado horas antes, luego de padecer otra más de aquellas horrorosas pesadillas. No siempre era la misma. Su inconsciente traicionero era prodigioso en crear escenarios terribles con que atormentarle. Así como el chico, todos los habitantes de la cabaña también extraviaron su sueño reparador a causa de los gritos. HykJae tampoco lograba empatizar con los rostros estragados de los agentes que enseñaban extremo cansancio. Entumecido por la angustia tanto o más que por las bajas temperaturas, apenas sí registraba lo que sucedía a su alrededor por esos días.

Llevaba más de un mes en la cabaña ya y las cosas comenzaron a ir cuesta abajo rápidamente desde su arribo. 

Honestamente, en algún resquicio de su mente HyukJae había esperado que el hecho de ya no ser objeto de los abusos de SooMan traería mágicamente para él una nueva etapa. Una nueva fase brillante y alegre, en la que de inmediato la oscuridad quedaría relegada al olvido.

No contaba con que por el contrario su mente le jugaría durante esas semanas las peores pasadas, sumiéndolo en ese estado depresivo y letárgico que, ni él mismo podía desconocer, se agudizaba día tras día. Se sentía estafado.

Obviamente al no contar con preparación alguna en el área de la psicología, HyukJae no podía saber que lo que le sucedía era propio del proceso posterior que vivían las víctimas de violencia reiterada, una vez que son alejadas de sus torturadores. Especialmente cuando había sido tan extrema y extensa como era su caso.

Por tanto, contrariamente a su fantasía, en ese momento HyukJae creía estarse volviendo loco. No entendía qué le sucedía o porqué su mente y su corazón no reaccionaban como parecía lógico. Para rematar, la posibilidad de estar enloqueciendo lo atemorizaba y también lo frustraba enormemente, pues se sentía defraudado. Se suponía que para entonces debía estar dichoso y no inmerso en la desesperación. ¿Cuándo iba a comenzar a ser feliz, o al menos a no habitar en las sombras?, ¿era eso demasiado pedir?.

No Angel: Boy, this is your last chance IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora