29. Behind the bars

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... Justo en el instante en que SooMan supo con total certeza que algo iba realmente mal, el susurrante chasquido de una pieza de metal resbalando contra otra se oyó a su espalda, sutil como un suspiro. Reconoció el sonido con facilidad: el que produce un arma a la que le quitan el seguro.

Quedó inmóvil en el pasillo a oscuras.

Y enseguida, el frío metal besó su nuca...


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Oh... hubiese sido pan comido usar sus dotes tan peculiares y escapar. Diluirse en la oscuridad.

Reducir con dos golpes o tres llaves bien ejecutadas a quien fuese que osara apuntarle cobardemente con un arma por la espalda ¿eso? habría sido más simple que quitar un juguete a un niño. 

¡Y por supuesto! a continuación, asesinar al insolente intruso con sus propias manos desnudas no habría representado desafío alguno. Mera rutina para alguien como él. Alguien tan especial, con dones tan particulares y únicos. 

Sí, lo habría sido...

Lo habría sido si no hubiese estado tan malditamente distraído, tan sumido en aquella ira ardiente que le consumía por dentro. Cada gota ardiente de furia concentrada en HyukJae y su vil traición.

Presa de tal ánimo ni siquiera pudo reaccionar como de usual. Tampoco cuando al segundo después de percibir el frío metal del arma apoyada contra su cabeza, al menos veinte hombres armados hasta los dientes se materializaron de la nada a su alrededor. Hombres que a continuación le encañonaron sin cesar de apuntar a su cabeza y  lo obligaron a ponerse de rodillas a empellones. Tomándolo completamente por sorpresa. Lo que jamás había ocurrido.

Sorprendido en su propia casa. En su reino privado. 

A él. A Lee SooMan. Casi un dios. Reducido como si fuese un don nadie. 

Atrapado. Por primera vez en su vida. Sin escapatoria.

Concentrado en su rabia contra HyukJae y en poner en marcha su plan contra él sin tardanza, para atrapar al ángel traicionero que había revivido figuradamente para convertirse su perdición, SooMan se perdió las señales de alerta y cayó en la trampa.

La furia crepitando en su interior fue casi incontenible mientras sus derechos eran leídos por algún agente gilipollas y era conducido hasta un vehículo blindado, escoltado por más de veinte hombres. Todos ellos militares de fuerzas especiales, a juzgar por los trajes de combate con armadura, cascos, lentes de visión nocturna y un cuanto hay.

Ya en la calle, a la luz de las farolas descubrió que allá afuera había decenas, si no era que centenares de agentes, policías y todavía más militares, pululando alrededor en intenso frenesí, así como numerosos coches los que cubrían la calle de punta a punta, allá hasta donde alcanzaba la vista. La cuadra entera lucía como una zona de guerra.

Bien. Al menos estaba claro que aquellos atrevidos sabían con quién trataban. Que quienes osaban ir contra él, tenía pleno conocimiento de cuán peligroso SooMan era. Y ese conocimiento no podía ser obra de otro que de ¡cómo no! HyukJae abriendo su deliciosa boca desleal. Otra traición que añadir a la lista.

SooMan sonrió con superioridad mientras era esposado y subido a un carro blindado. Tras él trepó un séquito numeroso de militares armados y varios agentes que no dejaron de encañonarle en ningún momento.

SooMan dejó caer la cabeza hasta reposarla contra el respaldo. Cerró los ojos. 

Que lo intentaran. Que la policía, las agencias, los militares, el gobierno y quien fuera que estuviese detrás de esta afrenta se divirtieran jugando su jueguecito de chicos buenos. Seguro en pocas horas habría anuncios en cada televisora del gran golpe a la mafia que significaba su captura. Idiotas.

No Angel: Boy, this is your last chance IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora