12. Tiempo compartido: Quietud.

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Un cierto alivio recorría a Donghae en vista de que ese viernes interminable repleto de altibajos acababa por fin. Desde la mismísima madrugada - marcado por aquel encuentro caliente en la cocina - hasta la medianoche - que trajo consigo el terrible corolario de constatar el abuso sobre EunHyuk - la jornada fue una verdadera montaña rusa de situaciones imposibles e imponderables. La paradojal avalancha de hechos hacía que Donghae experimentara la imperiosa necesidad de pisar el freno y poner un "párale" al enloquecido devenir.

Por ello agradecía la quietud reinante en ese momento - cuando despuntaba ya el amanecer del sábado - en que EunHyuk dormía profundamente, echado sobre el torso del mayor. El aroma frutoso a su champú emanaba de la cabellera lila, colándose por la nariz de Donghae. El calor del cuerpo delgado cubría al suyo, recordándole lo mucho que - contra todo proponóstico - deseaba a este chico y cuánto le encantó poder tocarlo y tenerlo contra él, entregado sin barreras, sumerso en las sensaciones, centrado en él y nada más. Pero también recordándole lo frágil que este chico era en el fondo y la urgencia con que necesitaba de alguien a su lado, aunque su naturaleza rebelde lo impelía a no aceptar totalmente este hecho. 

Y sucedía que ese "alguien" resultó ser el propio Donghae. Sin proponérselo conscientemente, a este punto se hallaba comprometido con esa personita estrambótica que puso su mundo de cabeza en un tris. A este punto, Donghae tenía clarísimo que ayudaría a este chico, no importando las tempestades que se cruzaran en medio y que no lo dejaría caer. Suponía que otra persona más cuerda huiría despavorida del "chico-problema", sobretodo luego de conocer la profundidad del turbio lodo en que estaba hundido EunHyuk. Pero Donghae ya no podía alejarse, estaba cayendo profunda y aceleradamente por el menor y no había posibilidad de abandonarlo a su suerte.

Era por todo lo anterior que la mente de Donghae no encontraba descanso, inquieta debido a las interrogantes sin respuesta e ideas azarosas que deambulaban de acá para allá. 

A primera vista, parecía que EunHyuk siempre tuvo razón: el oscuro personaje sin rostro al que desafortunadamente se hallaba ligado era un contrincante de cuidado, poderoso y retorcido, más allá que cualquier maladrín de poca monta que Donghae hubiese tenido la mala fortuna de cruzarse en su trabajo con la policía.

En segundo lugar, una enorme opresión en su pecho no le daba paz. Sentía tanta pena por EunHyuk que a ratos creía ahogarse en ella, e inconscientemente apretujaba más al muchacho durmiente, como si con ese gesto nimio pudiera arrebatárselo a la mala fortuna y al horror. 

Por otro lado, su corazón le decía que sin lugar a dudas lo confesado por EunHyuk era cierto. Que el chico no se inventó la truculenta historia, y que ésta no era producto de una imaginación desbocada. El asunto fue que, de manera muy hábil, durante su relato el chico se abstuvo de especificar nombres, lugares o datos concretos. Donghae solo esperaba que con el pasar de los días EunHyuk sintiera la confianza suficiente con él para entrar en mayores detalles.

Lo que estaba claro era que Donghae no podía dejar que la situación continuara así: EunHyuk simplemente no podía volver a caer en las manos de ese depravado anónimo. 

Lo que agudizaba el problema era que tenían un plazo: quince días. Quince días para una nueva reunión con el malnacido. Quince días que asemejaban una sentencia pendiente sobre la cabeza de EunHyuk. 

Sí porque EunHyuk había declarado que quería quedarse con él en el apartamento e incluso accedió a no volver a venderse en las calles, ya que el mismo Donghae podía proveerle de lo que necesitara. Pero Donghae no se hacía ilusiones respecto de que cuando la fecha fatal se cumpliera, EunHyuk acudiría con su torturador, impulsado por el terror arraigado y por el afán de protegerlos a ambos. Donghae estaba seguro de que incluso si se lo prohibiera, el chico huiría.

No Angel: Boy, this is your last chance IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora