CAPITULO 7.

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El placer es el bien primero. Es el comienzo de toda preferencia y de toda aversión, es la ausencia del dolor en el cuerpo y la inquietud del alma.

CAPITULO 7.

SAMAEL.

---El capitán Williams, hijo del respetado coronel Williams, se le vio en horas de la tarde acompañado de una hermosa mujer, la cual podría ser su novia---se ve la foto que nos han tomado donde ella sale en bragas y su brasier beige, por otro lado salgo yo dándole sus cosas y en bóxer---llegando a lo que parece ser un hotel en los apartados de la ciudad de Arizona, la identidad de la joven se desconoce, pero ese no es el hecho de esta noticia---sigo mirando las noticias---lo impresionante de la notica es el hecho que están en ropa interior y mojados---lo ultimo lo dice con tanto sarcasmo que casi reviendo el televisor con el control, apago el aparato y me encierro en mi habitación.

He quedado delante todo el país como un exhibicionista que no tiene respeto por el orden público.

Me adentro a mi baño, despojándome de toda ropa en mi cuerpo, para dejar que la helada agua corra por toda mi anatomía, he estado evitando las llamadas insistentes de Julius y Martha, sus risas y preguntas amorosas me tienen hastiado.

Sus risas hacen eco en mi mente, paso todo el día riéndose de mí y mis desgracias amorosas, admito que fue relajante un día a su lado, la manera tan decidida y casual en la que decía las cosas era fascinante.

En el sol sus hermosas pecas eran mas visorias, su cuerpo al descubierto bajo la luz del sol es mi nueva fotografía favorita.

Por un momento creí que me iba a sonrojar por la erección que tuve frente a ella, pero ¿Qué hombre en su sano juicio no la tendría? No iba a irrespetarla, pero mi cuerpo reacciono ante la desnudez del suyo.

Me doy cuenta de que pensar en ella y recordar esos momentos me están generando otra erección, así que salgo de la ducha, tomando una toalla, sacando las gotas de agua que estoy escurriendo.

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---Mi coronel estaré en la base en una hora---digo a través del teléfono que sostengo contra mi oído.

Me pongo el uniforme lo más rápido posible, busco las botas militares dentro del armario, colocándolas en cada uno de mis pies.

Una vez listo, salgo disparado al garaje, quitando la seguridad del deportivo frente a mis ojos, Carlo abre la puerta de la habitación, para que yo pueda salir de esta.

---Señor sus guardaespaldas ya están en posición---dice mecánicamente, solo le asiento y arranco a toda velocidad.

Salgo del recinto en el que vivo, donde viven muchos oficiales de alto rango en el ejercito igual que yo. Las calles de Arizona a esta hora están mucho mas despejadas, lo cual me cae como anillo al guante.

Creo que el coronel Samuels me necesita para dos cosas, regañarme por el espectáculo de hoy en la tarde y por las nuevas tácticas que llevaremos en Afganistán.

El recorrido al batallón me lo se de memoria, es mi segundo hogar a lo largo de mis años de servicio a mi nación.

Después de unos cuarenta y cinco minutos veo las altas murallas de concreto que al finalizar tienen unos espirales de alambres con electricidad, las grandes puertas de metal se hacen ver entre la luz que alumbra a estas horas de la noche.

Los soldados que están de guardia me reciben pidiendo que baje la ventana de mi coche y lo hago de manera inmediata.

---Mi capitán---hacen el saludo correspondiente.

CARTAS AL AZARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora