CAPITULO 11.

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"El único final de los finales que existe es la muerte y aun no estamos seguros de que sea el final"

"autor desconocido".

CAPITULO 11.

SAMAEL.

Me levanté muy temprano, alrededor de las cinco de la mañana, Greta estaba dormida a un lado de Ann, las dos lucían relajadas, sus respiraciones eran lentas y armoniosas, una enfermera entro unos segundos para verificar el suero de la pelinegra, al parecer todo estaba en orden.

Aunque Annie le haya dicho infinidades de veces a ese tal Michael que se fuera él seguía aquí, despertó segundos después que yo.

Me levanté de mi puesto para ir por café, mi cuerpo ya pedía un baño, necesitaba asearme.

---¿A dónde vas? ---su voz ronca llego a mis oídos, la verdad lo ignore por completo, solo bufo y se quedó en su silla.

Camino por unos largos pasillos donde el olor a detergentes se hace muy presente, enfermeras verificando signos vitales, llevando medicinas, otras hablan entre risas y unas cuantas tratan de recuperar el sueño perdido por sus turnos, el blanco de las paredes, hacen ver el pasillo con la luz al final del túnel, odio los putos hospitales.

---Señorita podría decirme donde compro café---le pregunto a la rubia que se encuentra dándome la espalda, rápidamente da la vuelta. Su mirada me escanea y se sonroja un poco, lo cual es estúpido.

---Soldado si quiere lo guio a la cafetería---me ofrece con una sonrisa tímida, sin entablar conversación asiento---sígame---me ofrece.

Silenciosamente caminamos por varios pasillos y llegamos a una pequeña cafetería llena de doctores y sus vasos de cafés.

---Gracias---le digo en modo de despedida.

---Si quieres espero para ayudarte a regresar---nuevamente ese sonrojo en sus mejillas, es muy linda, pero mi Ann no se sonrojaría por algo tan bobo como eso.

¿Mi Ann? Debo estar loco---Gracias---le respondo finalmente.

---No hablas mucho---sigue hablando, yo tengo mis manos detrás de mi espalda, con esa postura tan rígida que me han enseñado---y yo no hablo mucho---sigue diciendo.

---No soy bueno hablando señorita---sigo caminando en la fila para llegar a mi preciado café, ella sigue estando a mi lado---como debes saber vine con una paciente que está aquí, ingirió humo, no sé si pueda llevarle café, ¿puedo hacerlo? ---me rasco la nunca.

---No, no puedes---sonríe---pero puedes llevarle gelatina---ofrece, una sonrisa forzosa se hace notar.

---¿Quieres café? ---le ofrezco.

---Gracias, que no sea tan cargado por favor---toma un mechón y lo pone detrás de su pequeña oreja.

Llego a la barra y hago mi pedido---Me regala dos cafés cargados, dos no tanto y uno de ellos sin azúcar y por último una gelatina de uva---el que me atiende asiente y rápidamente prepara mi pedido.

---Entonces soldado---habla la chica a mi lado.

---Capitán, soy un capitán---le corrijo.

---Ohh---su boca es una pequeña o---lo siento, capitán, ¿de dónde es? ---intenta nuevamente entablar conversación.

El hombre me entrega mi pedido, le doy su café y me llevo todo lo demás---Diana, deberías presentarnos al bombón que tienes a tu lado---me tenso ante ese comentario.

No digo absolutamente nada, Diana, creo que ese es su nombre, se puso como un tomate bajo su mirada, siguiendo a mi lado, le regalo una mirada de desprecio a aquella mujer, su expresión divertida se borra enseguida y vuelvo a retomar mi rumbo.

CARTAS AL AZARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora