DOS

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Las palabras de Steve habían quedado grabadas en la cabeza de Natasha aun cuando ella estuvo lejos de casa, no dejaba de pensar en las probabilidades de que él estuviese en lo correcto. Su mente la obligaba a apartar la idea, que no le prestara atención al pálpito de duda que crecía en su pecho y que, por el contrario, estuviera preparada en caso de algún desperfecto.

Benedict Ross era un adversario fuerte, se trataba de un hombre calculador y con experiencia política; aunque no contaba con una reputación intachable, de cualquier modo seguía siendo un adversario en potencia.

Su mano izquierda comenzó a apretarse en un puño y flexionaba sus dedos buscando liberar la tensión que no se había disipado aún de su cuerpo; en vez de ello, seguía acumulándose al grado de querer explotar. Su humor no había mejorado del todo tampoco. Era inevitable pensar en que estaba en medio del ojo público y que cada una de las personas que la rodeaban, e incluso las que no, la estaban juzgando. Y era inevitable, ella sabía que pasaría, que era parte de lograr lo que quería.

Sin embargo no seguía siendo más que la hija del senador Iván Romanoff. «Que en paz descanse». No la tomaban en serio, aún con todo lo que hizo para tener el respeto que se merecía. Pero no iba a dejar que eso la hiciera declinar, el pesimismo de la gente no acabaría con sus planes. Ella era Natasha Romanoff y ocuparía ese cargo sin importarle quién se retorciera de la ira.

Se quitó las sábanas de encima como si estas la asfixiaran y bufó con molestia repetidas veces. Odiaba tener que darle tanta importancia, sobre todo porque no solía perder el tiempo en cosas tan banales. Y ahí estaba, tendida sobre la cama de su abogado y con la mirada perdida en el techo blanco con tan solo el ventilador dando vueltas en espiral. Esa pequeña acción, en ese lapsus en el que contempló el objeto le dijo sutilmente que todo regresaba al punto de inicio. En ese caso, su punto de inicio seguiría siendo Steve.

Si él no hubiera aceptado su trato, hubiera sido alguien más; pero ella no se conformaba con cualquiera. Y después de tantos años, aún lograba atormentarla con sus respuestas acertadas, su sentido moral y el simple hecho de contradecirla. Tal vez porque era de las pocas personas con agallas que eran capaz de hacerle frente. Él era tan complejo, y sin duda era una mujer que asumía retos; pero su error fue creer que podría dominarlo. No, Steve era indomable. Era por eso que no podía dejar de parecer práctica con sus acciones y analítica en cada situación que implique tomar decisiones importantes.

Steve, en cambio, siempre se aseguraba de que todo mantuviera un orden correcto y específico, era esa especie de paranoia lo que lograba que sus planes salieran a la perfección cuando le planteaba opciones. Odiaba admitir que como aliado era excelente. ¿Por qué le era tan difícil confiar? ¿Por qué era mucho más simple llevarle la contraria a todo lo que decía?

El escalofrío que le recorrió el cuerpo la hizo consciente de su desnudez. Quizá la habitación de Matthew Murdock no era tan espaciosa como la suya y mucho menos contaba con ventanales donde se filtrara el aire; por alguna razón, él prefería permanecer en la penumbra con luces muy tenues y nunca se atrevió preguntárselo, en ella no despertaba el mínimo interés en saber.

Natasha paseó las manos por sus propios hombros y notó que aún llevaba — por lo menos— el sujetador. Seguía tal cual en su sitio; ni uno de los tirantes estaba más abajo que el otro. Su coleta alta también se mantuvo intacta y hasta podía afirmar que su maquillaje no se había corrido.

Sintió el vacío. Tal vez porque no estaba en su ambiente, tal vez porque sabía que Matt la estaba mirando y ese gesto la incomodaba de sobremanera.

Estiró los brazos hasta que cayeron lánguidos a los costados y por fin, luego de un segundo que tomó para reponerse, con la más neutra de sus expresiones se levantó de la cama y comenzó a buscar sus bragas sobre el sencillo escritorio de madera y sobre el suelo de cerámico descolorido.

𝐁𝐞𝐭𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐰𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora