VEINTICUATRO

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Natasha abrió los ojos a duras penas, los párpados le pesaban y el resto de su cuerpo estaba adormecido. Sabía que el espacio era amplio debido al eco; las palabras de Matt resonaban entre las paredes, apenas comprendía una o dos cosas de lo que decía. Él estaba sentado frente a ella, mirándola fijamente. Ninguno había dicho una sola palabra. Ella sentía la garganta reseca  y el olor a humedad la ahogaba de vez en cuando. 

El miedo era una pequeña parte que la mantenía paralizada, pero su mente, con algo de esfuerzo, todavía estaba alerta. 

Matt simplemente estaba molesto, aún tenía ventaja sobre eso, la quería a ella. Natasha intentó buscar una excusa que le sirviera, en su mente, no requería mucha lógica. Quizá fue demasiado cruel la última vez que hablaron en su apartamento, aunque ciertamente no quería tener más que ver con él. Lo único que no tomó en cuenta al abandonarlo fue que podría perder la cordura. 

Ella caviló con respecto a los acontecimientos luego de dejar a Matt...Lo único que había sucedido apenas después fue el atentado, y después de ello, el incidente en la galería. 

Se sintió tonta por dejar cabos sueltos, se sintió tonta por dejarlo entrar en su vida. Aún si se trataba de una cuestión meramente física e insignificante, desde su situación actual ya no podía considerarla insignificante como tal. 

Para mala suerte de Natasha, todo pensamiento al respecto careció de toda lógica cuando Benedict Ross apareció La sorpresa y la confusión la obligaron a reaccionar pese a que el cuerpo le dolía. Él tenía un revolver  y jugaba a tirar del gatillo, lanzándolo de una mano a otra, escurridiza como el agua, y de pronto...Hacía el amago de querer disparar. 

Natasha se encogió en su lugar, como un acto reflejo. Nada de eso estaba bien. Bastó con ponerse a atar el enorme hilo frente a ella y llegó a la conclusión de que, durante todo ese tiempo, solo había ido directo a la trampa por voluntad propia. 

«Steve...» 

Él se abrió paso entre sus recuerdos desde la primera vez que lo tuvo en frente. Tuvo tanto tiempo para arreglarlo y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, se escapó como arena entre sus dedos. Necesitaba más, necesitaba de él estando cerca a ella. «¿Y si nunca más volviera a verlo?»

Tuvo una la impresión de que algo se asentaba en su vientre y se volvía pesado al punto de causarle un dolor terrible, se desconectó de todo lo demás y apretó los ojos con fuerza para poder resistirlo. 

Maldijo haber sido tan despreocupada con una situación tan delicada. Debió ser más meticulosa, nunca antes había ido en contra de la razón. Pero su animo variaba últimamente, ni siquiera podía controlarlo. Sentía todo a flor de piel; el dolor, la angustia, el enojo, la felicidad...a veces, incluso, se sentía eufórica.  

Ahora no solo temía por ella, sino porque estaba segura de que nada andaba bien desde la plática que tuvo con Sarah y la fecha atrasada que marcaba su calendario. Debió dejar que Steve la acompañase, debió de hacerse esa prueba apenas llegaron a Washington. 

—No eres tan valiente ahora, ¿Verdad?—las palabras desdeñosas, con la intención de humillarla, brotaron de Benedict como dagas afiladas—. No eres nada sin el soldado, nada más que palabras vacías y una cara bonita. Aunque, luego de esto, no sé si lo seguirás siendo. 

—No te equivoques, yo no soy la que huye y se esconde como una rata cobarde solo porque no sé perder.  Tuviste que secuestrarme para intentar acabar conmigo y ni siquiera pudiste solo.— siseó cual serpiente con la única intención de salpicarlo con su veneno. Las palabras se sentían  ásperas al subir por su garganta. 

Benedict dio dos pasos y la tomó con fuerza del cabello. Natasha evitó que el dolor la desconcentrara, él tenía los labios muy cerca de su oreja. Estaba jugando con fuego, pero bajo ningún motivo podría mostrarse débil. Todavía tenía que luchar, en especial si cabía la posibilidad de que estuviera esperando un hijo de Steve.  

𝐁𝐞𝐭𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐰𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora