CUATRO

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—Sam, ¿Podrías apagar esa mierda? Me está dando jaqueca. — Steve enterró el rostro entre sus manos, harto de tener que presenciar el espectáculo de Benedict Ross en televisión nacional.

Sam guardó su teléfono en el bolsillo de su chaqueta y se rió por lo bajo; Steve conocía su sonrisa burlona, pero no podía definir si se estaba burlando de él o de lo que acababan de ver. Podrían ser ambos. No quería ni saberlo, tuvo suficiente la noche anterior como para que la cabeza le diera vueltas y algo en qué pensar verdaderamente.

—Luces del carajo, hermano. ¿Qué sucedió anoche? ¿Natasha te mandó a dormir al sofá?

Steve le dirigió una mirada fulminante y volvió a leer el expediente entre sus manos, mismo al que no le había prestado antes el suficiente interés.

—Claro que no. Anoche fuimos a cenar a casa de papá...—murmuró descuidado e hizo una pausa aun tratando de asimilar ese mal trago, Sam asintió sin más—, y ahora escuchar a ese pedante solo ha hecho que mis niveles de estrés aumentaran.

—Entiendo que la reunión de mañana te mantenga tenso, pero Natasha ha sabido jugar su papel muy bien. El tipo ha comprado a la prensa porque de lo contrario no tendría un solo foco del cual valerse por su cuenta. Está acabado. ¿Qué va mal?

— ¿Qué va mal? Tienes razón, ¿Qué podría ir mal?— ironizó, suspirando cansado al momento siguiente—, Natasha sabe lo que hace. Sin embargo aún me preocupa que Ross juegue sucio. No es el único que espera a que tire la toalla. Si bien no son detractores...relevantes, de algún modo ella podría sufrir daños. Le dije que podríamos reconsiderar la modalidad de la reunión o que cambiemos la fecha. No quiso escuchar. Es terca como el demonio.

—Tal vez solo siente que no confías en ella.

Steve negó, restregando su rostro con la palma de su mano; hastiado y nervioso.

—Por supuesto que confío en ella, Sam. Pero protejo sus intereses, la protejo. No quiero que algo se salga de control. Tengo un mal presentimiento, pero ella solo juega con el asunto, no lo está tomando en serio.

—Quizá porque ya tiene suficiente con todo este asunto político y tú estás siendo más una clase de mánager que maneja sus relaciones públicas y no su esposo. Es lógico que quiera demostrarte que puede con esto. Es una mujer inteligente, no la subestimes.

—Con todo respeto, no tienes ni idea de la situación entre ambos; si uno subestima al otro definitivamente no soy yo. — soltó amargo.

—Sé que tu esposa es hueso duro de roer, pero precisamente ahí está ese punto de abordaje; es tu esposa. —acentuó, luciendo irritado.

—Natasha no es alguien a quien puedo manejar como me plazca, no se trata de domar a la fiera. Es difícil seguirle el ritmo. Y ayer...Nunca la había visto así.

Sam frunció el ceño y colocó las manos bajo su mentón.

Steve asumió que estaba esperando a que continuara y, si era posible, se desahogara. Estaba claramente fatigado y no sabía con exactitud qué postura tomar cuando se trataba de Natasha, aún le costaba digerir lo que pasó la noche anterior. Ella lucía tan tranquila volviendo a su habitación que envidió su frialdad para tratar el desplante con su padre y su reciente acercamiento como algo natural.

—No es eso. Estoy seguro de ello, Sam es como si fuera otra la persona que habita en su cuerpo. Salió y llegué apenas quince minutos más tarde y de pronto actuó como si eso le importara. ¡En cinco jodidos años nunca había hecho eso! Luego subió y me escogió un traje, me preguntó... Me preguntó si se veía bien, me sonrió. No es habitual...

𝐁𝐞𝐭𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐰𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora