DIECIOCHO

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Natasha reservó el vuelo para antes de las nueve esa mañana, a pesar de que la idea no le hiciera mucha gracia tomó dos cápsulas para evitar marearse y aun así parecían no estar surtiendo efecto; fue lo único que aceptó de Mae, no quiso comerse el desayuno. «Si Steve estuviese enterado de ello, habría ido peor».

Veces anteriores ya la había detenido antes a que por lo menos se bebiese un café. Evitaba tomar vuelos en medida de lo posible y Steve lo sabía, la ponían nerviosa. ¿Pero abordar uno con el estómago vacío? Eso no se lo iba permitir jamás. Lo cual resultaba bastante enternecedor...

Se removió en su asiento, arrebujándose con la chaqueta, desviando su mirada hacia la ventana sin siquiera verla realmente; era fácil disociar de la realidad, sin embargo la calidez de Steve a su lado era una sensación perenne.

Estaba, más que nunca, absorta en su trato. Lo analizaba con riguroso detenimiento.

Había estado tan sola y tan acostumbrada a esa soledad que el frío a su alrededor era algo natural, ella misma se había estado encerrando en una burbuja sin tomar en cuenta el daño que les ocasionaba a ambos. Y se sintió ligeramente...culpable.

Al fijar sus ojos en la distancia a tierra, el vértigo la mareó a tal grado que el color desapareció de su rostro.

Al girarse Steve hacia ella, notó su palidez mortal y su mirada perdida, rozó discretamente su mano y percibió el frío de su piel. Natasha sostenía el móvil con tal fuerza que ni siquiera ella era capaz de notarlo, los nudillos se le pusieron blancos y Steve articuló sobre estos una suave caricia, trayendo su atención de vuelta.

Steve se giró hacia Natasha, tenía la mirada perdida y la palidez en su rostro era casi mortal.

—¿Estas bien?— escrutó su rostro con preocupación.

—Sí, lo estoy. Estoy bien—parpadeó un par de veces hasta que pudo verlo de frente, haciendo una breve pausa—. ¿Tú lo estás? Estamos a punto de aterrizar.

—Sí. Solo algo ansioso, ya sabes... No tengo idea de lo que voy a decirle cuando la vea. De hecho, ya no tengo idea de lo que estoy haciendo ahora. He tenido ganas de arrojarme del avión un par de veces.

—Dímelo a mí— rió, él la siguió—. Pero no podemos retractarnos ahora, Steve. Ya tomaste una decisión. Sin embargo... Si necesitas más días para adaptarte yo podría ampliar la reservación del hotel.

—No lo creo, no debemos retrasar más nuestros pendientes en D.C. Desde el accidente y con la situación fuera de control apenas he podido ocuparme de asuntos como la fundación.

—Es tu madre de la que hablamos, tienes la oportunidad de conocerla, Steve. Quizá no vuelvas a tener la oportunidad de volverla a verla.

—Ella no se tomó el tiempo de hacerlo conmigo, Natasha. Fueron años. Y de no ser por la muerte de Joseph, quizá no habría sabido nada de esto nunca y ella jamás se molestaría en decírmelo. Porque está claro que si quiero saber algo al respecto debo tomar cartas en el asunto, de lo contrario permanecería en la total ignorancia— su voz permaneció serena, no se alteró ni se mostró impaciente. Natasha lo había visto tomar un calmante antes, intuyó que debía ser el efecto—. Lo único que quiero es la verdad, una vez que lo sepa, nos iremos y haremos como si nada de esto hubiese pasado. Retomaremos nuestra vida donde la dejamos.

Ella suspiró, resignándose a aceptar sus condiciones. Acarició su brazo como un consuelo y lo dejó descansar mientras le daba vuelta a lo que Stark le había enviado por mensaje; al parecer tuvo una conversación con Fury y solicitaba su permiso para proceder.

Volvió a mirar el perfil de Steve; todavía mantenía la expresión estoica y no quería alterarlo más de lo que ya se encontraba. Aguardó hasta que el avió aterrizó y una vez fuera dejó que el aire acariciara su rostro.

𝐁𝐞𝐭𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐰𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora