DIECISÉIS

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Steve supo que Natasha había despertado, sentía su mirada sobre él, quemándolo despacio; pero no se atrevía a abrir sus propios ojos. No deseaba salir de esa burbuja. Estar con ella, sentirla junto a él, estar envuelto en el calor que transmitía su cuerpo eran seguridad. Necesitaba sentirse seguro de algo luego de que todo a su alrededor fuese tan fugaz e inestable. No quería pensar que Natasha también lo era y eso que vivían ambos ahora solo se trataba de una fase, se estaba acostumbrando tan pronto que lo aterraba.

La sensación de soledad nunca fue un problema, estaba hecho a la idea que tal vez él nunca sentiría absolutamente nada por ella, que se quedaría solo porque en su interior lo estaba. No buscaba una acompañante, ni mucho menos esperaba a alguien que supiese complementar su alma. Pero desde que su cercanía con Natasha iba acrecentándose, su miedo a la soledad se hacía cada vez más real.

Cuando la sintió removerse, relajó su respiración. Aunque no había conseguido más que ponerse rígido.

Natasha abrió los ojos de a poco, parpadeando despacio, encontrándose con Steve profundamente dormido. Parecía mucho más relajado entonces desde ese ángulo, la noche anterior estaba tan abatido que a ella se le hundió el corazón de saberlo decepcionado, molesto, triste, y tan culpable...Steve no debería sentir ningún atisbo de culpa o tristeza siquiera. Sentía tanta impotencia por él que su rostro se fue cubriendo de melancolía. Steve no lo merecía, ni ella tampoco. Y aun así él la había tratado con tanta delicadeza, había sido tan complaciente.

Le acarició la barba despacio; tenía la mirada a la altura de su mentón, su índice la delineó con cuidado; especialmente cuando llegó al borde que enmarcaba su labio inferior. No podía dejar de pensar en su boca, en cómo podía transformarlo todo en algo más íntimo con solo un roce. Cuando él la besaba...sentía que le temblaban las piernas, se sentía como estar...

«No» Se detuvo y tragó con fuerza. Sus propios labios temblaron cuando la palabra se quedó atorada en su garganta. Tenía que estar enferma o algo por el estilo, su parte racional le decía que así era. «Solo follaron, Natasha, igual que siempre. ¡No te entusiasmes!».

Pero no era igual que siempre. Eso la confundía. Steve quizá era demasiado atento para follarla con rudeza y dejarla devastada; pero pudo hacerlo. Simplemente, no quiso. Porque la necesitaba de una forma diferente. Y se sentía tan bien, tan correcto, tan "en su lugar", que posiblemente hubiese estado delirando para entonces. A lo mejor el calor incesante que sentía cada que estaba cerca de él era fiebre y ella estaba muy enferma.

«No...esas eran puras patrañas». Solo estaba contrariada, irritada consigo misma y su estúpida cláusula donde estipulaba que no habría vínculos afectivos. « ¡Por favor! Como si importara. ¡Al demonio! Estaban casados, ¿No? ¿De verdad había confiado en que no se pondrían las manos encima?». Tal vez si no hubiera sido tan drástica o si se hubiera mostrado más flexible con él al inicio eso no estaría sucediendo de una forma tan abrupta.

Cuando terminó de regañarse a sí misma, se encontraba con el rostro escondido en el cuello de Steve. Su respiración era pausada y el latido de su corazón iba rápido; tan rápido que lo sentía golpear incluso a través de su propio pecho.

No podía separase de él; más importante aún, no quería. Se lo había prometido a Steve, y, sin embargo, ella también quería aguardar y comprobar si cuando él abriera los ojos por primera vez esa mañana estaría bien o se seguirían viendo tristes como hace unas horas. Sus manos recorrieron sus brazos con caricias parsimoniosas; curiosa la forma en como poco a poco él los relajaba despacio. Natasha no quería pensar que Steve estaba alerta durante la noche, pero sintió curiosidad, sintió miedo, a veces le parecía que podía oírla pensar.

Steve se contuvo durante un minuto antes de abrir los ojos; parpadeando despacio, adaptándose a la luz tenue, miró hacia abajo y vio rojo. El cabello de Natasha estaba algo enredado, esparcido bajo su nariz y sobre la almohada. Olía bien; un aroma dulce que le gustaba. Sonrió apenas y luego se separó un poco solo para encontrarse con la mirada expectante de ella que aguardaba por él.

𝐁𝐞𝐭𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐰𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora