FINAL

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Había pasado un tiempo desde que Sarah finalmente tomó la decisión de llamar a Natasha con el miedo de que ella no atendiera. En cambio, ella la recibió con amabilidad. Por aquel entonces, su embarazo rondaba el segundo mes y el entusiasmo era notorio. Sarah no evitó un típico "Te lo dije". 

Seis meses más tarde, con una maleta en la mano izquierda y el corazón en la derecha, emprendió su viaje hasta Washington, invitada por el propio Steve. 

Sus pies parecían a punto de flaquear con cada paso que daba, el camino estaba repleto de diminutas piedrecillas; pero cuando las enormes puertas de aquella elegante casa se abrieron ante ella, descubrió que solo se trataba de sus nervios. 

Natasha estaba ahí, lucía un vaporoso vestido rosa en esa mañana de primavera, le cubría los tobillos y su vientre resaltaba glorioso. Le sonrió con calidez. Era como la visión de un ángel. Tal como le dijo Steve: ella estaba radiante. 

La recibió con un abrazo. Sarah se sobresaltó al contacto, hasta que su maleta cayó de su mano y la rodeó con afecto, acariciándole el cabello. Fue el sonido que hizo Steve al verlas lo que las separó en el acto, él aclaró su garganta, habiendo sido expectador desde el centro de la sala de estar. 

Steve se retorció los dedos, lo mataba la espera. Horas antes le había mencionado a Natasha lo ansioso que estaba; él y Sarah conversaban de vez en cuándo por teléfono, «¿Pero era suficiente?»

—Hola, Steve...Felicidades. A ambos. Esperaba el momento para decírselos en persona. Ha sido una maravillosa noticia.

Sarah parecía estar a punto de llorar, su voz temblaba y la emoción irradiaba en sus ojos. Steve tomó aire y se aproximó a ella, hasta que la rodeó por los hombros y se dejó llevar por el momento. Sarah lo envolvió de forma maternal. Al principio sus manos no lo tocaron, solo hasta que él se relajó. 

—Bienvenida a casa, mamá.

Steve la escuchó reír. Era la primera vez que la escuchaba con tanta claridad, sin ningún pensamiento negativo o interrupciones. Sintió plenitud, aprecio... Él respiró su aroma, como el de las rosas en su jardín, y se quedó ahí por un corto momento. 

Por primera vez, Sarah se sintió con la seguridad para actuar. 

—Gracias, hijo. 

—Nos tomó por sorpresa— cuando se separó, su mirada fue a parar hacia su esposa—, o bueno, a Natasha primero. Esperamos que te agrade estar aquí, hemos preparado tu habitación y el almuerzo... Mae hace un asado excelente. Puedes...puedes ir a donde quieras, por supuesto, no tienes que quedarte todo el día en la habitación. Podríamos mostrarte la casa y...

—Estoy bien. Estoy... feliz. 

Él la miró con aprecio y la guió hacia la enorme cocina. La mujer estaba maravillada con la decoración mientras Natasha le contaba todos los detalles de la remodelación; pero algo más llamó su atención de camino; justo sobre la chimenea,en el centro del salón principal, bajo las luces cálidas se encontraba la fotografía que Steve y Natasha tiempo atrás habían decidido dejar oculta en el pequeño estudio. Ahora el recuerdo del inicio de su travesía permanecía visible ahí, justo del lado izquierdo, dejando un espacio para una nueva. 

Aún faltaba un mes para que el pequeño Iván naciera, aparentemente, luego de eso, Natasha podría lucir su nuevo vestido.

El tiempo se fue haciendo corto, las estaciones cambiaban de a poco y apenas un tiempo después, luego de un susto en la madrugada, Iván soltó un estruendoso llanto anunciando su llegada. 

No había sido fácil; de hecho, Sarah tuvo que calmar a Natasha cientos de veces de camino al hospital mientras Steve se llevaba los insultos por no conducir más rápido y un doctor se desmayaba a media operación.

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𝐁𝐞𝐭𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐰𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora