DIECINUEVE

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Sam hizo una mueca cuando Sharon le ajustó la venda improvisada alrededor del brazo, ella era minuciosa y aun así el dolor lo atravesaba como mil cuchillas presionando en un mismo lugar.

Las puntas de sus dedos se encontraron con los de ella de manera inconsciente, solo intentando saber si había terminado, Los retiró al instante como si quemaran. Al abrir los ojos encontró la mirada consternada de Sharon que apenas duró un segundo, luego ella volvió a lo que estaba haciendo; tratar de detener el sangrado.

—Tienes las manos frías.— Sam la escuchó murmurar, ella estaba aparentemente concentrada en su tarea y quizá era por eso que su voz se volvía más suave, lejana.

—No me había dado cuenta...— tragó pesado— ¿Terminaste?

—Sí. Solo necesitaba ajustarlo mejor, eso te mantendrá un momento hasta que estemos fuera de peligro— ella lo evaluó de reojo a través de su cabello; caía sobre sus ojos como una cortina, estorbándola—, ¿Te duele mucho? Lamento si fui brusca.

—Solo es un cosquilleo, en serio, no pasa nada.

—Pues pares incómodo.

—¿No debería estarlo? Acaban de dispararme.

—Es que te mueves...Olvídalo. Estoy comenzando a pensar tonterías...Es que el silencio se me hace incómodo.

Sam resopló y aclaró su garganta reseca, evitando que su voz se volviera pastosa como hace un momento.

—Descuida...No es nada personal, estoy acostumbrado a esto, es solo que hace tiempo no...Esto no sucedía. Gracias, por cierto. No sabía que tenías experiencia en primeros auxilios.

—No ha sido un corte profundo, pero si no lo aseguraba podría infectarse.

—Yo estoy bien, fue camisa la que se llevó los daños graves. —el dolor le imposibilitaba sonreír con naturalidad, pero al menos Sharon podía. La vio levantar la comisura de su labio apenas, pero era más de lo que podría recibir de ella.

Sharon se retiró el cabello con brusquedad, fue cuando los ojos de Sam se detuvieron en el corte que tenía en la mejilla. Presa del pánico hace unos minutos, ella ni siquiera lo había sentido.

—Estoy hecha un desastre, lo sé.

—¿Eh?

—Me miras como si no se tratara de mí. Debo estar espantosa— giró hacia el lavabo, encontrando sus reflejos en el espejo sobre este—. Te lo dije.

Sam se maldijo por ser tan evidente, cosa que pasó a segundo plano cuando ella de pronto estaba tocando alrededor del corte en su mejilla.

—Ten cuidado, podrías causarte más daño. —se apresuró a retirar las manos de Sharon antes de que sus dedos rozaran la herida.

—Es solo un corte pequeño, ni siquiera lo sentí—aguantó la respiración cuando él se ocupó de inspeccionar su rostro, tan cerca que soltar el aire de pronto le causó pánico—. Estaba más asustada con la idea de poder morir que...que no me importó en absoluto.

Los dedos de él estaban acariciándole el mentón, se paseaban ásperos sobre su piel cubierta de una ligera capa de sudor.

Su rostro se mantuvo sereno, era su corazón el que latía en descontrol cada que Sam se acercaba. Y lo odió por eso, profundamente, porque no quería permitirse flaquear y algo le decía que él tampoco.

De pronto, en contra de cualquier pensamiento que Sharon quizá hubiese concebido al respecto, Sam la sentó sobre el lavabo con cuidado, procurando que estuviera a su altura. Los tacones resbalaron de sus pies y el sonido le pareció distante, luego él tomó un pequeño paño que guardaba en el bolsillo de sus pantalones, el que María bordó con sus iniciales.

𝐁𝐞𝐭𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐰𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora