VEINTIUNO

904 105 22
                                    

Tony estaba exhausto. La cena que le cruzaba la sien estaba a punto de explotar y había perdido la cuenta del momento en que su presión comenzó a volar.
Apoyó los codos sobre el tablero y restregó sus ojos con brusquedad.

«Nunca había tenido tanto miedo de tener la razón»

Se instaló un mal presentimiento en su pecho que le impedía respirar. Con esfuerzo tomó bocanadas de aire hasta lograr estabilizarse.
Lo primero que pensó fue ¿Qué pasaría con su familia?

«Maldición, había pasado peores situaciones de riesgo...» Pero ellos tenían poder. Fueron capaces de desaparecer al padre de Steve y Sam Wilson junto a Sharon Carter estaban vivos de milagro. Además, todavía no olvidaba que el atentado anterior iba dirigido a Natasha y fue Steve quien resultó herido.

Ante sus ojos todo era claro y conciso, pero el bastardo  de Ross fue hábil.
Si sus números no fallaban y no había ninguna variable fuera de lugar, entonces por qué no podía completar esa pieza que faltaba para incriminarlos.

Fury estaba trabajando en el caso especial de Ross, aún si no era una tarea simple, mandó a cerrar las fronteras. Se serenó apenas un poco al recirdarlo. Esperaba que no fuese muy tarde ahora que el aeropuerto ya estaba bajo alerta roja. 

Cuando miró sus manos, estas ya no temblaban, pero el hormigueo persistía. Los nervios lo estaban acabando por dentro.

—Anthony...Es un placer verte.

Stark apretó los puños conteniendo la rabia que comenzaba a aflorar, su rostro se mantuvo estoico aún si la mandíbula amenazaba con temblarle.

Thaddeus se acercó a él y Tony vislumbró un atisbo de satisfacción en su expresión, como si supiera lo que pasaba por su cabeza. Sin embargo su voz era como un siseo amargo.
Traía las manos juntas tras la espalda, lo hacía lucir impecable e imperturbable.

—¿Sucedió algo? Si no te conociera, diría que estás nervioso—sonrió—, pero, no hay necesidad, ¿Verdad?

—¿Qué es lo que quiere?— murmuró entre dientes. Ross lo escuchó a la perfección. Tomó asiento sin una invitación.

—Nadie está siendo hostil, Stark.

—Debo suponer que su visita no es por estima, Ross. Porque es lo último que esperaría de usted.

—No me tengas en tan mal concepto, por favor. Estamos en confianza.

Tony rió sin una gota de humor, su garganta estaba reseca. Lo miró con recelo, y al estudiarlo se llevó la sorpresa...la apariencia de Ross era de cansancio, lucía demacrado aunque no dejaba de lado ese gesto de suficiencia que hacía al torcer los labios.

—¿Dije algo gracioso?

—Me causa gracia la forma tan descarada que tiene de decirlo.

—Vaya, que mal...yo venía a negociar contigo.

—¿Un trato?—entrecerró los ojos— ¿Por qué haría tratos con alguien como usted?

—Es una oferta que te conviene.

Ross dejó la falsa amabilidad de lado y Tony advirtió el tono amenazante. Se preguntaba cómo podía vivir consigo mismo, ¿Cómo era capaz de encubrir un criminal?

No importaba de quién se trataba, ni siquiera su hijo. Ross juró ante la justicia. Pero la justicia, con personas como aquellas, perdía su significado.

—No me interesa. Mi moral y mis principios no se compran, Ross. Lo he estado vigilando de cerca.

—¿Y por qué no me has atrapado entonces?— se burló, fingiendo estar desentendido de todo el rollo. 

𝐁𝐞𝐭𝐰𝐞𝐞𝐧 𝐭𝐡𝐞 𝐥𝐢𝐧𝐞 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐩𝐨𝐰𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora