Cuando un Dios nace, un propósito se le asigna. Son parte de sus genes, algún Dios del más allá le ha dado un don especifico al momento de nacer y su deber es hacerse cargo de esos poderes magníficos. Sigyn como la Diosa de la lealtad y Loki como el...
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« Loki »
Durante la cena de bienvenida dedicada a Sigyn, ella y yo no compartimos una palabra en toda la noche entre nosotros.
Sabía que tarde o temprano iba a esposarme, sin embargo, no lo necesitaba ahora. Aún quiero estar ocupado aprendiendo más trucos y hechizos para fortalecerme, me gustaba de cierta forma mi soledad. Pero ahora tenía que asumir responsabilidades para ejercer un matrimonio con la diosa de la lealtad. No me importa con quién me case, no tenía tiempo.
Por uno de los enormes balcones, la miré en el jardín calentando sus movimientos. Era ágil, por lo que veía. Al menos no iba a casarme con un ser débil. Sonreí con diversión ante la vista y decidí bajar para enfrentarla. Ella al verme se pone un poco rígida, o quizás nerviosa por mi presencia.
—Buenos días —dije con lentitud. Ella solo sonrió un poco.
—Me asombra que estés en tu forma real —alzó una ceja.
—Hoy pretendo ser serio con mi labor, esa es la razón —carraspeé— Espero seas buena —me referí a sus movimientos.
—Lo soy, príncipe —dice y yo comencé a caminar a pasos lentos a su alrededor para intimidarla. Eso la puso más nerviosa, sin duda— ¿Está listo para pelear? —me miró a los ojos cuando quedé frente a ella de nuevo.
—Más bien, ¿estás tú lista? —dije con seriedad. No estaba jugando en estos momentos.
—Para usted, siempre —se hincó ante a mí, y de pronto pasó su pie sobre mis piernas, haciéndome caer al suelo sin previo aviso— Veo que para mí usted no lo está, qué tristeza.
Desde el suelo la miré con una sonrisa burlona en su boca. Yo solo bufé y desaparecí para estar detrás suyo.
—No soy tan leal como usted —susurré en su oreja, ella se estremeció al sentir mi aliento chocar con su cuello.
Alcé mi brazo pero ella lo tomó con rapidez, giró hacia mí y ahora solo esquivábamos nuestros golpes. Comencé a multiplicarme y ella solo se confundió. Reí ante su mirada perdida pero logró adivinar quién era yo cuando golpeó mi estómago con su puño que me sacó el aire. Las demás versiones de mí desaparecieron, e hice una mueca llena de dolor. Iba a tomarme pero yo la agarro a ella y pongo mi brazo en su cuello. Toma mis brazos con sus manos para separarme pero no la suelto.
—No estamos hechos el uno para el otro, eso para mí es lo más absurdo —le dije y solo la sentí gruñir por mi presión.
—Eso no lo dicen los grandes dioses que nos han dado sus dones —dijo entre dientes y golpeó mi rostro con su torso de la mano— Y yo solo puedo obedecer a sus ordenes —queda frente a mí e iba a golpearme de nuevo pero yo me convertí en una enorme serpiente que sacó sus colmillos— ¿Qué crees que haces, Loki? No le temo a esas criaturas —alzó una ceja al verme en el suelo.
