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Hyunjin se acomodó en el viejo cuero, tres horas sentado en un incómodo asiento no convertía el viaje en la definición de "tranquilo",  es más, los nervios le comían la cabeza.

Sacó su teléfono, abriendo la galería para distraerse, a penas llevaba la mitad del camino. Había más tráfico de lo pensado.

Acarició la pantalla, viendo la carpeta dedicada especialmente para Seungmin. Se sintió bobo, al inicio era extraño coleccionar recuerdos en imágenes, con precaución de que el menor no se diera cuenta de que le sacaba fotos siempre que iban a una cita fingida o hacían cualquier cosa que significara algo para Hyunjin. Tocó la primera, sonriendo ante la bella expresión en los ojos de Seungmin cuando jugaba con el llavero de hurón, las suaves facciones de sus mofletes al elevarse y los rojizos labios. Todo en él era maravilloso.

Continuó revisando la galería hasta llegar a una de las últimas, una que le trajo corrientes por su espina dorsal y un punzante dolor en la nuca.

Era del día en que se habían besado en la rueda de la fortuna. Él presionaba la boca en la regordeta mejilla de Seungmin manteniendo los ojos cerrados. En cambio, el pelinegro sonreía, ajeno al gesto de Hyunjin.

Luego de aquella fotografía, Hyunjin se había lanzado hambriento a devorarlo, llevaba un tiempo esperando por el momento de hacerlo, cada uno arruinado por su amigo, Jisung. Y cuando finalmente pudo saborearlo, tocarlo contra sus manos sin que nadie se interpusiera, se arruinó todo.

Vio la hora en el reloj del aparato, contando los minutos y kilómetros que faltaban para llegar. Estaba desesperado.

Ya después de dos interminables horas, Hyunjin descendió del vehículo, buscando con la mirada el blanco cabello de Chan por la estación. Avanzó entre el gentío, arrastrando el pesado bolso en su espalda.

—¿Dónde estás?—preguntó contestando la llamada. Lamentablemente durante el viaje no tenía señal, los imponentes cerros y árboles impedían recibir o mandar cualquier mensaje.

—Frente al puesto de kimchi, estoy levantando la mano—Hyunjin le cortó, empujando a un par de señoras para cruzar las ventanillas de boletos. Hizo fila para salir, golpeando con el dedo el borde de la escalera eléctrica. Desbloqueó el teléfono, leyendo apurado los mensajes que cargaban desde hace horas atrás. Uno le llamó la atención, abriéndolo rápido.

"Seungmin no contesta, apagó su teléfono"

Era de Jeongin, seguido de cuatro más en los que le decía que llevaba horas tratando de contactarlo, pero el taimado de Seungmin se negaba a coger el maldito teléfono para confirmar que aún se encontraba en el maldito mirador.

Hyunjin tendría que hacer magia con su sexto sentido. Iría a donde su corazón lo mandara, y si las posibilidades de encontrarlo se hacían nulas lo llamaría las veces que fuesen necesarias.

—¡Por fin!—Hyunjin le lanzó el bolso, Chan lo atrapó en el aire, guardándolo en la maletera de la moto.

—Al mirador del oeste, el que está más lejos de la costa—Hyunjin se puso el casco, protegiendo la pequeña caja en la chaqueta.

—¿Tan arriba?—Asintió, subiéndose a la moto—Está alto.

—¿Puedes o no?

𝐦𝐨𝐧𝐠 𝐦𝐨𝐧𝐠 𝐬𝐞𝐮𝐧𝐠/ʰʸᵘⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora